Por: Jorge Peñuela
Fecha: enero 5, 2017
Cali: Frente al Otro, dibujos en el Posconflicto
Actualmente en Cali, el Banco de la República realiza la exposición Frente al Otro: dibujos en el Posconflicto. Los artistas invitados reciben un encargo de carácter terapéutico, una tendencia clínica que se impone tanto en los Salones estatales como en el Premio Luis Caballero. Doce artistas proponen talleres en doce ciudades colombianas. Los talleres están dirigidos a aquellos y aquellas que padecen la guerra en directo, y en su peor fase: la recapitulación psicológica. Sin embargo, no se trata de una acción frente al Otro externo, como ingenuamente propone el Banco de la República, como si se tratara de la performancia de reencuentro entre Marina Abramovic y Ulay. Se trata del Otro en nosotros mismos, en aquello que el trauma hace de nosotros. No es fácil desatar ese nudo que amarra a hombres y mujeres a una cultura económica de espolio y feudal, de guerra y violencia. Al final de los ejercicios, los artistas modelan una imagen adecuada al sentir común compartido con sus tutorados.
El proyecto es de mucha relevancia artística, política y social. Por un lado, porque de este tipo de prácticas puede emerger la imagen con la cual se nos reconocerá en el futuro. Por otro lado, porque este tipo de iniciativas pone a prueba la sensibilidad de los artistas colombianos, formarteada con códigos de guerra, la mayoría de las veces ideologizados, y, en el peor de los casos, mercantilizados. No cabe duda de que este tipo de gestos se masificará en la llamada fase de Posconflicto. Por estas razones es importante, pensar un poco lo que aquí, en este espacio del arte, sale a nuestro encuentro para cuestionar nuestro entendimiento.
Pese a la relevancia del proyecto, es importante notar que la elección de los artistas invitados no tiene criterios claros. El dibujo pretende ser el lazo que envuelve a los artistas con el trauma de los participantes. Sin embargo, a mi modo de ver, a pesar de que la condición de dibujante unifica, este criterio es precario. En artes plásticas, no existe un artista que no dibuje, y la mayoría ¡con excelencia! Atendiendo a la especificidad clínica, social y política de la convocatoria, merece que a futuro se preste más atención a la construcción de los criterios de selección. A pesar de que en la exposición se aprecian buenos resultados artísticos, la ausencia de criterios pertinentes para este tipo de actividades y no solo estéticos, puede lastrar los mismos vicios que otro tipo de convocatorias con fines comerciales y de mercado.
En primer lugar, no se entiende por qué no se seleccionan artistas que conozcan en carne viva las ciudades en las cuales se ofrecen los talleres. Esto se evidencia más en unos casos que en otros. Que los artistas sean gestores locales, por una parte, evitaría que los talleres fueran tan mermados y, por otra parte, se frenaría la crítica al denominado centralismo bogotano.
En segundo lugar, las preguntas que orientan el proceso en general, son vagas y pecan de irrelevantes. Por ejemplo, se pregunta: ” ¿qué queremos mostrar de nuestra naturaleza? ¿Qué rasgos exaltar o esconder? ¿Cómo mostrarnos? ¿Qué palabras ponerles a esas figuras que nos definen?” A estas alturas, preguntar por la ‘naturaleza’ del ser evidencia cortedad de miras en el enfoque conceptual y literario. No cabe duda de que no es fácil hacer una pregunta que detone procesos de pensamiento creativo, libres, desprendidos de taras conceptuales o de bellos arcaísmos como el de ‘naturaleza’. Por ello mismo, vale la pena afinar estos mecanismos de construcción para que las ideas que se ponen en marcha logren sus propósitos: modelar una sensibilidad en donde la igualdad marque los espacios artísticos, políticos y sociales .
Por otro lado, es importante notar que la concepción del respectivo montaje expositivo muestra una coherencia precaria. Se aprecian desniveles que crean confusión en el observador. Unos artistas muestran “Obra” estética que sale de su “experiencia” con las víctimas de guerra que participan de buena fe en los talleres. Es decir, en algunos casos, los artistas plantean sus actividades desde sí mismos, desde un horizonte estético, y no desde la perspectiva traumática que afecta a las víctimas.
A pesar del refinamiento de este tipo de “Obras”, o precisamente por ello mismo, se silencia ese otro que mediante el proyecto se pretende escuchar. En algunos casos, se da la impresión de que se pone a las víctimas frente al caballete a la manera de los artistas impresionistas. Unos pocos artistas muestran los ejercicios realizados por los participantes. Otros, instalan dentro de la sala de exposición un dispositivo que invita a los visitantes —en especial a los niños y niñas— a continuar con el ejercicio del taller.
El esteticismo que reivindican algunas propuestas no es una debilidad. Al contrario, tiene su virtud y es importante reconocerle este mérito a los artistas que así se presentan. El esteticismo evita la narración, sus artificios. Contrario a estas ficciones, mediante el impulso esteticista en las composiciones se aíslan unas figuras de otras para que desprendidas del relato puedan decir más. En este tipo de ejercicios apreciamos la propuesta de Manuel Kalmanovitz, Kevin Mancera y José Rosero. En este grupo puede localizarse la propuesta de Andrés Bustamante, no obstante, el gran mérito de este último artista consiste en que logra relacionar los dos intereses que se aprecian en la propuesta curatorial: el interés político y el interés estético.
En general, se aprecia algunos artistas que no se complican mucho con los talleres, quizá para no implicarse. Las mejores propuestas son aquellas en que se indican las actividades realizadas, se muestran los procesos puestos en marcha y finalmente el artista presenta una propuesta artística. Por estas circunstancias se destacan los talleres de Andrés Bustamante y María Angélica Zorrilla.
La iniciativa del Banco de la República puesta en acto mediante el proyecto Frente al Otro, es de gran relevancia y debe apoyarse, sin embargo, requiere ponerse en marcha sin las andaderas del arte contemporáneo o comercial, que de pedagogía sabe poco. Sería un error no matizar desde ya el impulso esteticista que anima la selección de algunos de los artistas invitados. Se está a tiempo.
Con los recientes Acuerdos de Paz, se configura un marco político para el cual quizá los artistas no están del todo preparados, ni para pensar con independencia esta coyuntura ni para dirigir talleres clínicos concebidos para abrir espacios de interacción política y social en los cuales se promuevan la inclusión y la igualdad.
La exposición de Cali es importante por dos razones. Por un lado, señala que los artistas no se pueden separar de la actualidad ni de sus escenarios políticos. Por otro lado, muestra las carencias, las debilidades, las flaquezas, las fortalezas y las torpezas del sistema del arte colombiano en el momento de abordar programas de tanta responsabilidad ética, política y social.