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Muchachos, muchachas: tareas por hacer

Doña Marion es mi vecina en un barrio venido a menos. Tiene 84 años y tan campante. Todos los días en la calle, despabilada como ninguna otra de mis vecinas. Cocina de maravilla: compra las frutas y las verduras donde las compro yo. Vende almuerzos a algunos estudiantes que viven en su edificio. Con su cocina, doña Marion transforma el mundo. No hay nada de machismo en este apunte. Reconozco a la cocina su potencial político.

Dona Marión es una abuela risueña, graciosa, amable y muy buena conversadora. Gracia y amabilidad son cualiades de la belleza. Todo el mundo le corre porque pararse a hablar con ella significa retrasar la agenda diaria por lo menos una media hora. Su responsabilidad principal durante los últimos diez años ha sido sacar a caminar a su perrita pequinesa por la carrera séptima; lo hace  tres veces al día porque “ella” así se lo exige. No recuerdo el nombre de la perrita, sólo sé que siempre se refiere a ella como a su “niña”. Contra viento y marea, me ha contado en varias oportunidades, se ha sostenido en que no permitirá que su “niña” pase por la crueldad de un  embarazo,  como algunos “malvados” le han propuesto.

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Pues bien, ayer viernes 11 de noviembre, el día después de la gran gesta universitaria y día de la Independencia de Cartagena, me vio a distancia y más pronto de lo que yo alcance a prever, estaba ya  haciéndome la siguiente pregunta: ¿por qué están protestando los estudiantes en la calle? ¿Es que les dejan muchas tareas? Le conté que era el caso contrario. Le expliqué que los ambientes de aprendizaje en las universidades públicas es cada vez peor; –que los “profes” ya no dejaban tareas porque el Estado sólo les  paga por dar la clase; que son muchos los estudiantes que no pueden llegar a sus universidades por qué les falta los cuatro mil infelices pesos del transporte, entre otras cosas. Pese a su edad, Doña Marion comprendió que la marcha de los estudiantes era justa. El movimiento estudiantil previamente ya había ganado su corazón; sólo quería refrendar su intuición con el testimonio del “vecinito”, como con cariño me llama. El logro de los estudiantes colombianos en estas jornadas de emancipación, consistió menos en haber hecho retroceder la tecnocracia liberal que se ha apoderado de la educación colombiana, y más el haberse ganado el corazón de los ciudadanos y ciudadanas de a pie.

Les queda una tarea a los estudiantes de Colombia. Como doña Marion, todavía son muchos los colombianos y colombianas que no saben por qué marchan los estudiantes. Nuestro pueblo entiende a cabalidad nuestros problemas, si las estrategias de comunicación se cualifican. Esto es lo que han venido realizando los estudiantes colombianos. Ojalá, cuando ya hayan regresado a clases, no se olviden que el aprendizaje significativo es aquel que logramos relacionar con los problemas que acucian a miles de nuestros compatriotas. Ojalá recuerden que los estudiantes es lo poco que aún nos merece respecto en este país de cafres.

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