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Arte contemporáneo, Mercancía, Espectáculo, Selfies y Acoso Mediático

Desde las tribunas virtuales, el mundial de fútbol Brasil 2014 hace un guiño al arte contemporáneo. Sus performances actualizan el debate acerca de la estigmatización y la incomprensión internacional acerca de la realidad colombiana. Existe un pretexto para regresar al presente recientemente pasado: la burla cruel de la cual son víctimas las colombianas y los colombianos por parte de  la actriz holandesa Nicolette Van Dam. Guardas algunas proporciones, su acción recuerda la performance de Tania Bruguera.

acoso meditico via twitter

En 2009, Tania Bruguera realizó  la performance Sin Título en el edificio de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Bogotá. Como muchos artistas contemporáneos, a propósito del conflicto colombiano, vino, vio, tiró la piedra y escondió la mano. Impuso la ley del escándalo y perdió la oportunidad de conocer a uno de los pueblos más bellos e intrigantes del planeta. Acorde con el militantismo cínico, con sus líneas de cocaína ofrecidas a los estudiantes y maestros de artes,  entre otras muchas cosas, la artista sugirió que mientras la mitad de los colombianos estaban inmersos en una guerra fratricida, la otra mitad estaba metiendo cocaína, en especial los amantes del arte contemporáneo que se pavonean en los eventos internacionales como el Hemisférico de Performance y Política que tenía lugar en esa fecha. El escándalo estaba servido. La crítica local no se hizo esperar: dijo, desdijo y no logró concretar ningún discurso crítico al respecto.

A cambio de las líneas de cocaína ofrecidas por el arte, es oportuno recordar algunas líneas de la historia. El cínico busca el escándalo, revela una verdad compartida en silencio para que los afectados vuelquen toda su vergüenza transmutada en ira en contra del crítico transgresor. Bruguera llama a este tipo de acciones Arte Comportamental. Cinco años después, se reactiva el mismo escándalo. El retorno de la misma barbaridad, pero diferente, como comedia selfie.

Sin pretender ocultar el sol con la mano,  es necesario preguntar por qué toda el agua sucia que al respecto produce Occidente, le cae toda a Colombia: ¿por qué cinco años después los estigmas abiertos por Bruguera  aún no han sido lavados? ¿Acaso la guerra no deja lugar para este tipo de prácticas?  ¿En dónde están los discursos críticos del arte contemporáneo? ¿Es posible salir de esta nada crítica en que se halla el arte contemporáneo de Colombia? ¿Aún es tiempo de salirse de los dispositivos feriales que se han tomado todos los espacios del pensamiento libre e igualitario? Los y las artistas colombianas están llamadas a meditar las preguntas con que nos reta la realidad mediática que nos atropella y no dejará de hacerlo por más que nos indignemos. Debe quedarnos algo claro: las redes sociales no creen en lágrimas.

Esta es una oportunidad para volver a reflexionar acerca del arte vivo reivindicado por la Performance.

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