Por: Jorge Peñuela
Fecha: abril 12, 2014
Oscar Salamanca: Eat Shit
En Colombia, lo que pasa es que no pasa: Ortega y Gasset.
Betty Gutiérrez Flórez cita al filósofo español en la carta dirigida al rector de la Universidad Tecnológica de Pereira, en la cual se denuncia al Maestro Oscar Salamanca como un artista indigno de la majestad de la vocación y del magisterio pedagógicos. En lugar de abrir un debate crítico serio en su propio campo, pues la propuesta lo amerita y lo exige, la autora renuncia a su condición de artista y se enmascara como ama de casa defensora de la Liga de la Decencia en el Arte Contemporáneo. Lo amerita porque Salamanca es un artista que conoce a fondo los problemas del arte y se desempeña con maestría es las artes tradicionales. Lo exige, porque obliga al campo del arte colombiano a hacerse muchas preguntas, en especial la siguiente: ¿por qué un artista con formación clásica, egresado de la universidad de mayor tradición plástica en Colombia, decide radicalizar su experiencia de sí mismo y del arte? La señora Gutiérrez opta por la línea cómoda y en las líneas que escribe “denuncia” al maestro Oscar Salamanca ante la máxima instancia administrativa de la Universidad. Tal y como funcionan algunas Redes Sociales, la maestra denunciante funge como una informante “digna” de su Liga. Bajo esta máscara, oculta al rector su incuria profesional y evidencia ante sus colegas que carece de recursos críticos para hacer frente a lo que se les fue encima en la Tecnológica: ¿sus propias heces? Hasta la mierda hay que verla en contexto. De hecho tiene su propio contexto: el más cercano es el culo. Otra realidad que escandaliza en Colombia más que una de las múltiples masacres de hombres y mujeres que han asolado el país.
En momentos de crisis como el que se padece en la actualidad, más que nunca nos urge la crítica, pero hacerlo exige no tanto rigor moral como fineza conceptual. No se entiende cómo la señora Gutiérrez pudo ser Decana de Humanidades en la Tecnológica. Eat Shit, la acción de Salamanca, evidencia que todo el humanismo del que hablan los administradores de mercancías lustrosas, es pura mierda. Esta carta miedosa del poder del cuerpo y de la mierda en que nos disolvemos, sólo busca una censura burda. Gutiérrez no da elementos que ayuden a esclarecer por qué el gesto de Salamanca no puede pasar en la Tecnológica de Pereira. ¿Qué dicen los flamantes doctores y doctoras en estética de la Tecnológica? La propuesta atrevida de Oscar Salamanca pone a prueba a los doctores del campo y de su propia Universidad. El saber de las doctorías debe mostrar su eficacia en estos casos álgidos. Pero al parecer, los doctores tienen la cabeza oculta bajo la arena mercantil del desierto crítico colombiano. Si este saber doctoral no es capaz de dar cuenta del gesto de Salamanca, si sólo cabe la censura o la sanción administrativa, algo anda mal, y es probable que no sea el artista en cuestión. Si el campo del arte actual, observa que los prejuicios morales de una ama de casa desplazan el criterio de una maestra en artes, y no dice nada al respecto, esto debe leerse como síntoma de un desorden en el orden del discurso. Es deseable que los títulos de doctorados en crítica y estética, sirvan para algo más que subir los salarios de los profesores.
La nadería discursiva y moral de la señora Gutiérrez que juega los juegos diabólicos de Ordoñez, no merece mayor atención académica, pero con seguridad tendrá sus efectos administrativos. De nada servirá decirle al rector de la Tecnológica que la noción de posmodernidad a la cual alude la señora Gutiérrez, está contaminada de una jerga empírica que todo lo que sabe de la posmodernidad lo sabe de oídas. Entre otras cosas, se tiene que ser muy torpe para llamar posmoderno el gesto de Salamanca. ¿Por qué alguna gente que dicen llamarse maestros de arte, insisten en hablar de aquello que se resiste a ser puesto en palabras como es lo real del cuerpo? La denuncia contra el maestro Salamanca es torpe, mucho más si viene instigada desde del propio campo. La inseguridad conceptual que despliega la autora de la denuncia muestra su precaria formación profesional, lo cual también debe denunciarse ante el rector, pero, principalmente, ante los estudiantes de la Facultad. Gutiérrez pide auxilio a Edgar Morin, pero al igual que el gesto de Salamanca, tampoco lo entiende, ni se esfuerza por esclarecer aquello que el filósofo nos indica. Cita para adornarse, para darle peso carnal a una cháchara que no merece tenerlo.
¡Claro! ¡Qué haya crítica! ¡Ni más faltaba! Las práctica de las artes no se entienden sin la crítica, así desde el Ministerio de Cultura feudal nos tengan exultando por el acontecimiento de la Mercancía. Pero que quienes se atreven a juzgar el trabajo artístico muestren su solvencia conceptual y no sus prejuicios morales. Estamos fatigados con tanta empiricidad crítica. El campo del arte merece respeto, tiene una historia amplía y un conjunto de ejercicios teóricos y críticos realizados a lo largo de muchos siglos, mucho antes de que hubiera ciencia moderna. Esta experiencia del campo debe tenerse en cuenta, antes de reportar una propuesta artística ante el juicio técnico de una autoridad administrativa.
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