Por: Jorge Peñuela
Fecha: marzo 20, 2011
Al otro lado del espejo
Cerca está el año 2029, año en el cual con seguridad el mundo de las artes celebrará con entusiasmo el primer siglo de vida de El Perro Andaluz.
Una manera prolífica de hacerlo consistiría en emular la estrategia creativa desplegada por Luis Buñuel y Salvador Dalí en aquélla iniciativa juvenil en la cual uno y otro artista realizaron las primeras marcas desde las cuales se desplegó su pensamiento posterior. Los dos artistas, así hubiera sido de manera pasajera, decidieron desmontar el ego de genio que caracterizaba al artista moderno, la preponderancia del yo vacío de mundo en la producción artística, y realizaron uno de los proyectos experimentales y creativos más interesantes del siglo XX. Con Buñuel y Dalí, las artes plásticas y visuales realizaron un giro hacia el “nosotros” con el cual el arte avanzado de la época cuestionó de manera radical la preponderancia del culto al ego creador, una idea que ha encarnado y habita el pensamiento que despliegan hoy en día muchos artistas contemporáneos.
Recientemente, Mario Opazo y Weimar Ramírez han realizado un proyecto de alto componente creativo y experimental. Un artista plástico escribe en lenguaje visual y un artista músico revisa y acota lo pensado en imagen mediante signos musicales. Un segundo momento de esta iniciativa creativa consistió en abordar la escritura artística en cierne de manera inversa: Ramírez fue quien comenzó el texto y Opazo quien revisó, acotó y complementó los esbozos, los balbuceos experimentales. Al otro lado del Espejo es el resultado de este proyecto que quiere ser transdisciplinar y alternativo, y, en mi opinión, lo logra. Estimulado por el programa cultural del Teatro Jorge Eliécer Gaitán, la iniciativa fue presentada a un grupo pequeño de espectadores el día 20 de octubre a las 6:30 P.M. Ésta es una convocatoria para artistas visuales y músicos que estén creando obra por medio de nuevas estrategias experimentales y creativas con base en los nuevos medios de expresión de los cuales disponen los artistas contemporáneos.
El espacio abierto por el teatro Jorge Eliécer Gaitán a los artistas contemporáneos ha sido denominado “MiércolesSónico”. El día 27 de octubre y 3 de noviembre se presentarán otros dos proyectos, O-A Body Loops del Colectivo We Are Waves, y Trilobite, de Andrés Vilá, Falon Cañón y Carlos Bonil, respectivamente. Con la intervención de Opazo y Ramírez en esta convocatoria, artistas de una trayectoria artística reconocida, este estímulo con seguridad se consolidará como un espacio de experimentación-creación de importancia para Bogotá. Principalmente, propiciará proyectos creativos alternativos de interés para la comunidad artística interesada en ingresar a este noviciado en que consiste la transdisciplinariedad.
Ahora bien, emulando a los filósofos presocráticos, en Al otro lado del Espejo los artistas plantean preguntas de carácter ontológico valiéndose principalmente de un escáner y de un contrabajo; dos herramientas que simultáneamente les permiten interpelar la realidad y recrear sus subjetividades, modificándose una y otra. Esta acción la denomino transpropiación. El video registra una y otra vez el vaivén del lector del escáner que, al igual que los planetas, pacientemente erra de un lado para el otro escrutando la realidad y preguntándole por el nombre de las cosas, indagando qué o quién se esconde detrás del espejo que nos impide acercarnos al cuerpo real que habita y da vida al espíritu inerte. Opazo se mira a sí mismo a través del escáner; no es una mirada sobre el espíritu puro sino sobre el cuerpo atrapado en la cárcel del espíritu putrefacto. El rostro de Opazo se nos presenta como una cabeza sometida a la fuerza de una tecnología inclemente que lo escruta y violenta con un propósito noble: liberarlo de la máscara que nos impide ver al cuerpo en toda su vitalidad apabullante. Algunas imágenes nos recuerdan a Francis Bacon. Si no fuera porque el proyecto fue concebido como un Video-concierto, diría que esta iniciativa creativa consiste en un autorretrato de Opazo retocado por Ramírez.
El registro visual del movimiento del lector del escáner sobre el cuerpo de Opazo proporcionó todo el material del proyecto, el cual pensado por los artistas adquirió valor plástico, musical y expresivo. Las imágenes fueron intervenidas musicalmente de tal manera que adquirieron la potencialidad de suscitar en la imaginación del espectador paisajes abstractos, dibujos a la manera de Kandinsky, algunas devienen pinturas que emulan la gestualidad de Bacon. Durante la ejecución de esta videoperformancia, la música intervino y vitalizó cada una de las imágenes liberadas de la materialidad orgánica, segundo a segundo proporcionó el aire que requerían para existir, despojándolas de su condición de visualidad pura, imágenes sin realidad.
Finalizado el video-concierto, los artistas hablaron de su proceso creativo, de sus motivos filosóficos y de esta experiencia colectiva. El proyecto no tiene pretensiones estéticas, es decir, dar cuenta de cómo se genera un proceso de pensamiento sensible. El proyecto es más ambicioso, es filosófico, indaga por asuntos fundamentales para nuestra época: qué puede un cuerpo y cómo lo puede. Cuando mencioné que los artistas tenían en mente a los presocráticos, no me refería a Parménides, Anaxágoras o Anaximenes; legítimamente Homero y Hesíodo también son pensadores presocráticos. El primer concepto que mencionó Opazo en su intervención fue Perseo. El escudo mediante el cual este héroe se acerca a Mudusa es un escáner mucho más efectivo que aquellos que usamos hoy en día.
Con esta iniciativa creativa, Opazo y Ramírez han abierto una categoría de pensamiento artístico que nos puede liberar de la ominosa investigación-creación. Mediante la experimentación-creación los artistas construyen el lenguaje que erige comunidad, que instaura un noviciado para pensarnos de manera diferente. En efecto, Opazo está pensando una categoría estética de Lizete Lagnado para diferenciar lo que está haciendo en la actualidad: Instauración. Como ya mencioné, yo prefiero hablar de transpropiación.
La Instauración está a medio camino entre la Instalación y la performance. Esta categoría irrumpe en mi conversación con Opazo porque le hice notar que la intervención de Ramírez tenía mayor carácter del que aparentaba, pues consideré que el escenario de la imagen tenía una fuerza que sólo un cuerpo puede activar. Pese a esto vi a Ramírez, al haberse confinado en uno de los extremos del escenario, por fuera del campo de visión del espectador, pues, la vista tiende a dominar los otros sentidos. Le comenté a Opazo que el otro cuerpo, el de Ramírez no había quedado integrado a la imagen, pudiendo estarlo. Por supuesto, el sonido se integraba sin problema, más no la acción del otro cuerpo, el de Ramírez, ese otro cuerpo afectado y distorsionado por otro “escáner” presocrático, el contrabajo, así esta última expresión configure un anacronismo. ¡Mucho mejor así! No obstante, estas observaciones que surgieron y tematizamos en la conversación con Opazo, Al Otro Lado del Espejo es una propuesta muy atractiva. Opazo y Ramírez están pensando montar su video-concierto en el León de Greiff, con seguridad allí devendrá otra cosa, así debe acontecer con los montajes de las mismas “partituras”.
Aproveché la oportunidad esta conversación con Opazo y le pregunté por ArtBo y La Otra, pues quería saber si estaba en alguna de estas ferias –claro una más que La Otra–. Me inquietaba que mientras el miércoles 20 de octubre todos querían estar en la inauguración de ArtBo, él estuviera como protagonista central de un escenario de vanguardia, marginal, propiciando noviciados. Sus respuestas dejan claro que estos eventos son para el mercado y no para incentivar procesos de pensamiento, pues, en este tipo de eventos, si quieres ver arte tienes que pagar, “invertir”, como dicen ahora eufemísticamente los que publicitan y venden estos productos, incluyendo entre ellos a historiadores de arte. Opazo quiere estar en la vanguardia y no al servicio del mercado: “no es de mi interés participar en ferias, cada vez menos me interesa el mundo del arte en el sentido de la transacción económica y de la industria del espectáculo y la publicidad; aunque creo que nunca me ha interesado, igual fui joven e inocente. Sin embargo, los años han ido aclarando mi lugar y mis políticas de vida. Mi lugar está en el ámbito de lo académico y lo artístico, no en la industria del comercio de objetos, aunque la veo sin problemas y además respeto que los artistas deciden sobre este tema. Pienso en estos espacios como pasillos inofensivos e intrascendentes, como pasadizos donde se derrocha la luz eléctrica y donde brillan más las lentejuelas que las miradas, arquitecturas de cartón muertas y sin aura, como la tapa dura desprendida de un libro, sola y sin páginas”. Más claro no canta un gallo.
Las fotografías son cortesía de Mario Opazo.