Por: Jorge Peñuela
Fecha: octubre 22, 2013
Séptima versión del premio Luis Caballero: apertura a un arte político desideologizado
El 28 de octubre de 2013, se anuncia el ganador de la séptima versión del premio Luis Caballero. Se espera del jurado un acta con claridad conceptual, que no deje ninguna duda dentro del campo del arte respecto al potencial anticipatorio y emancipatorio de la propuesta distinguida como la mejor. Una vez terminado el Coloquio de cierre, la premiación tendrá lugar en la Casa del Teatro Nacional.
Ante la precariedad conceptual evidenciada en la realización del 43 Salón (inter)nacional de artistas y su preámbulo de Salones Regionales, esta es una oportunidad para reactualizar la promesa del arte como instancia excepcional de emancipación. Una de las funciones de los jurados es actualizar el horizonte conceptual del arte por venir en Colombia. De no ser así, su aporte sería menor y hasta prescindible. Atendiendo a la especificidad histórica del campo del arte colombiano, el jurado tiene la responsabilidad de mandar señales claras acerca de aquello que puede acontecer a corto plazo en el campo del arte colombiano. Su concepto traza el horizonte del premio y puede considerarse como una indicación para el arte nacional. Independientemente de cada uno de sus sesgos personales y compromisos conceptuales, los jurados deben considerar los gestos, los conceptos, los discursos y las estrategias expositivas puestas en escena en cada una de las propuestas. La interacción de estas fuerzas determina el grado de verdad que alcanza cada propuesta. En todas ellas se manifiesta alguna verdad, sin embargo, sólo unas logran tocar al espectador.
En primer lugar, se debe estudiar la manera cómo se dispersa cada gesto en los espacios abiertos para esta versión de transición. Se trata de la emergencia en un espacio de aquello con lo cual el artista teje sus luchas más personales. El artista debe tener el coraje de mirar la viga en su propio ojo y no la paja en ojo ajeno. Su actividad no es crítica negativa, consiste en un acto de afirmación de sus condiciones de existencia. Por lo tanto, estas luchas debe resolverlas en su propio campo y mediante sus propios recursos. Evadirse de su realidad más propia conduce a un proceso artístico de carácter secundario, dispuesto a satisfacer las exigencias del mercado. En su singularidad universal, el artista debe aparecer desprovisto de las ideologías que maniatan las libertades que el pensamiento contemporáneo reivindica. No se trata de, o ser respetuoso con la tradición o de ser consecuente con las tendencias correctas que el mercado indica. El gesto del artista debe tener la potencialidad de abrir otras alternativas de comprensión: una realidad en la cual una mesa de comedor entra en conflicto con una cuchara que se niega a cumplir su función utilitaria y se atreve a introducir otra temporalidad; un conjunto de artefactos precarios dispuestos para consumir alucinógenos, relacionado con otro conjunto de sofisticados discursos teológicos que producen el mismo efecto enajenante; mapas viales que describen la opresión diaria que oprimen y obstaculizan la libre circulación de hombres y mujeres; estructuras conceptuales o materiales que sirven de escenografía para algún acontecimiento; latas, escombros, desperdicios industriales como memento mori; recogidos dentro un vecindario, un conjunto de electrodomésticos obsoletos diseñados para coleccionar el polvo que constituye el ser humano; recuerdos de paisajes reprimidos u olvidados que reclaman voz y lenguaje. A la manera de Joseph Beuys, los artistas nominados al premio Luis Caballero 2013 nos preparan para acoger el acontecimiento del arte, asumen el reto de transformar en gestos expresivos los materiales que marcan sustancialmente su existencia. ¿Quién de los artistas aborda el reto de mirarse a sí mismo mediante estos recursos puestos al servicio de la expresión más personal que pueda realizar un ser humano? ¿Quién ellos logra dejar a un lado los amaneramientos conceptuales a que recurren muchos artistas? ¿Quién prescinde del sensacionalismo de los efectos escénicos a los cuales esta época es proclive?
Consuelo Gómez: Mesa franca
En segundo lugar, se debe analizar el carácter del concepto artístico propuesto: rigidez, flexibilidad o complejidad. Los conceptos son: mesa franca, dromos, belleza accidental, espacios imperceptibles, quinta fachada, fracturas, la casa de los reyes: retrato de un vecindario; ejercicios espirituales. Existe una relación entre el carácter del concepto artístico y la libertad expresiva reivindicada en cada gesto emancipatorio. Por ejemplo, Quinta fachada es un concepto rígido, Fracturas, Dromos y Ejercicios espirituales son conceptos flexibles, Belleza accidental es un concepto que transita entre la rigidez y la flexibilidad, La casa de los reyes y espacios imperceptibles son conceptos complejos. La actualización de un concepto artístico en un espacio no consiste en su ilustración o representación gráfica. El concepto artístico emerge simultáneamente con cada gesto artístico y no es reducible a los conceptos de las disciplinas sociales, con los cuales son confundidos, o mediante los cuales se les somete. El gesto artístico se aleja del concepto logocrático que le exige al artista literalizar los intereses de otros campos de pensamiento. Las metáforas abren caminos de múltiples diferencias, detonan la intensidad de existencias alternativas. Los artistas no ilustran ni la realidad interpretada por el sentido común o mercantil, ni comunican a los espectadores verdades que estos ya sepan de antemano. El artista no reitera ninguna verdad interpretada. El artista anuncia verdades inéditas que trascienden una experiencia común o particular, la singularidad del artista es universal (Badiou, 2013). Las verdades del arte son expresiones de borde, por ello mismo son francas, quedan libres de compromisos partidistas, y de los condicionamientos de la tradición y la demanda mercantil.
En tercer lugar, es necesario explicitar los discursos que en la sombra amparan la puesta en escena de los anuncios de los acontecimientos artísticos. El importante tomar distancia respecto a ellos y someterlos a una crítica afirmativa, creativa, acorde con el sentir de la actualidad. La escritura adecuada al gesto y al concepto artístico, es aquella que renuncia a las declaraciones pomposas o eruditas. Como se trata de producir cambios en las maneras de ser a las cuales servimos inconscientemente –la tradición, el mercado o el partidismo político–, esta escritura debe ser poética. Solo mediante una exploración poética se puede romper las servidumbres discursivas con las cuales los cuerpos de hombres y mujeres son sometidos.
Manuel Quintero: Dromos
En cuarto lugar, se debe estudiar cómo se espacia el gesto artístico en el lugar seleccionado por el artista, en algunos casos libremente. Es necesario explicitar cómo se interrumpe la violencia cristalizada en los discursos que visibilizan cada uno de los espacios propuestos. Unos artistas optan por incorporar la totalidad de gestos silenciosos que habitan el campo abierto por el artista –Museo Santa Clara–; otros fragmentan la experiencia espacial –Archivo de Bogotá–; otros relacionan sus fragmentos –Sede Temporal Galería Santa Fe–; otros ignoran o pasan por alto sus marcas más fundamentales –Museo Leopoldo Rother–; otros acentúan el vacío que abre toda fractura de sentido –Centro de Creación Contemporánea Textura–; ingenuamente, otros ocultan el discurso arquitectónico –Museo de Arte Moderno de Bogotá–; severamente, otros cuestionan el entorno –Plaza de mercado Las Cruces–; otros claudican y lo dejan sin pensar –Casa del Teatro Nacional–.
La selección de los ocho nominados incorpora dos artistas que trabajan medios expresivos que han sido objeto de persecución ideológica, como son la pintura, el dibujo y la escultura. Sin ningún temor, sin necesidad de repudiar histriónicamente técnicas olvidadas por muchos artistas, Mariana Varela y Consuelo Gómez aceptan el reto de pensar un espacio acorde a las necesidades que plantea el arte contemporáneo. Atendiendo a este acto de coraje y al concepto intuido en cada caso, conceptualmente las propuestas de estas dos artistas son las más libres, por lo tanto, las más interesantes. Lejos de los victimismos, los intelectualismos y los miserabilismos mercantiles en boga, son interesantes porque señalan asuntos que se ignoran, a saber, el asedio a la belleza en el caso de Gómez y el desprecio por la historia de vida del artista, en el caso de Varela. En efecto, Gómez instala su Mesa Franca de tal manera que la belleza de su gesto siente la pesadez de habitar en una celda; asediada por todo tipo de intereses ideológicos y culturales, la artista produce una belleza amarga que obliga al espectador a preguntarse qué hay ahí. Varela, por su lado, no tiene el menor reparo para repetir compulsiva e incesantemente el dibujo de una rosa que ha sido fracturada reiteradamente en el tiempo. Aún en sus fragmentos de ser, una rosa es una rosa; “en las letras de la rosa está la rosa”, canta Borges. En los gestos del artista esta la verdad del arte. Si el artista no se deja ver, no acontece la verdad que debe reivindicar todo gesto artístico. Gómez no tiene claro sus logros conceptuales porque se sintió presionada a hacer una ilustración de las mesas y las cucharas con las cuales comen los parroquianos de un sector tradicional y marginal como lo es el barrio Las Cruces de Bogotá. Sin embargo, la fuerza expresiva del lenguaje del cual se vale, hace notar la violencia que padecen las artes modernas que perdieron la gracia del mercado especulativo. La instalación de los dibujos de Varela deja dudas, pues, el espacio que los alberga es potente y generoso como para albergar un dibujo más espontaneo in situ, llevado más allá del Terreno de los Fabrianos. Por otro lado, las fotografías de los ranchos que Varela encuentra en algunos de sus recorridos traumáticos, así sean pequeñas, pesan e interrumpen la experiencia de cada uno de sus bellos trazos. Se siente que las fotografías sobran o que era necesario ponerlas a dialogar mediante su instalación en el muro paralelo que vigila cada uno de los recorridos de la performance artística. Sin duda, se corría el riesgo de hacer algo visualmente espectacular. Varela no corrió este riesgo y optó por la confección de este collage infinitamente ingenuo y extraordinariamente memorable. Más allá de los intelectualismos en boga, la ingenuidad positiva es la cualidad con la cual se debe encontrar un artista.
Fredy Alzate: Quinta fachada
Manuel Quintero dejó la mitad del espacio sin intervenir, pero en lo realizado prescinde de efectos escénicos innecesarios. La estructura con la cual se interrumpe la ideología del Archivo de Bogotá es clara y sugestiva, sin embargo, una vez relacionada con los gestos del video, se siente que es una literalización del concepto propuesto. La relación que Fredy Alzate establece entre la quinta fachada arquitectónica y la vivienda marginada, es estridente, silencia la voz del artista, aquella voz que el espectador quiere oír en toda exposición. Estamos saturados de voces ideologizadas que asumen que los espectadores son estúpidos y los inteligentes son los artistas. Se teme el riesgo que implica mirarse a sí mismo con el propósito de hacerse un autorretrato, ninguno de dos estos artistas se deja mirar, esquivan nuestra mirada; Alzate se escuda en problemas que las ciencias sociales han investigado profusamente.
Sergio Giraldo: Espacios imperceptibles
La instalación de Sergio Giraldo es impecable y los módulos dispuestos ilustran las dificultades logomotrices de la época y las locomotrices que nuestras ciudades nos infligen a cada paso. No obstante, a pesar de la obviedad de la problemática planteada, no logra tocar ni el museo que lo alberga ni al espectador que lo visita. Los dos se pierden, Giraldo se pierde el Museo y el espectador no logra encontrarlo, así lo tenga ante los ojos.
María Adelaida López: La casa de los Reyes
La intervención de María Adelaida en la Sede Temporal de la Galería Santa Fe es efectiva, logra relacionar sus espacios por medio de un recurso sutil e ingenioso: un tren infantil atraviesa todos los espacios, deambula por estos cuartos desolados y los integra con el propósito de que digan algo. Sin embargo, con lo poco que dicen, no se toca al espectador. En la experiencia del arte, se trata de tocar. A pesar de que la acción resalta el ingenio coleccionista del ser humano, López no logra decir algo diferente. Antes de ella, muchos artistas exploraron estas estrategias creativas en la Bienal de Venecia bogotana.
Carlos Castro: Belleza accidental
Las propuestas de Carlos Castro y José Alejandro Restrepo estimulan la sensibilidad de los visitantes mediante recursos escenográficos y efectos escénicos que ayudan a ilustrar sus inquietudes e ideas, pero que, no obstante, las trivializan. Una vez pasado el efecto sensorial, da la impresión de no quedar sino el discurso social o ideológico que ampara a cada una de las propuestas. Los gestos y los conceptos artísticos se evaporan. En el caso de Ejercicios espirituales, la contraposición técnica de performance y video-instalación no logra visibilizar la idea de la propuesta ni detonar algún sentido que los relacione. Por lo general, las performances que acompañan los videos de Restrepo, fungen como el coro de la tragedia, pero no aportan nada a la comprensión de la idea detrás del concepto artístico. Al ser desplegados en la oscuridad, los gestos de los artistas que realizan las performances pasan por desapercibidos, deambulan por el escenario como fantasmas inocuos, pues, no asustan a nadie. Fantasma que no asuste no existe.
En la tercera sesión de sus contemplaciones se hace una parodia de los programas de entretenimiento masivo, se los muestra como estúpidos y enajenantes. Restrepo se presenta como artista ilustrado que tiene la misión de develar la estulticia del mundo. Este prejuicio ilustrado descalifica las inteligencias que no responden a unos determinados intereses teóricos y conceptuales. A este respecto, los Estudios Culturales, hablan de la colonialidad del saber. Da la impresión que las risitas y los aplausos con las cuales los espectadores de cuando en vez responden en la tercera sesión de contemplaciones, hacen parte de la misma parodia, es decir, son animadas desde la oscuridad por los artistas que intervienen en la performance. Como acontece con las escenografías teatrales, en el caso de Belleza accidental el contexto religioso es una herramienta de doble filo. La música marcial que anuncia sugestivamente una interrupción de sentido, finalmente tiembla ante la presencia de la divinidad y se hace acompañar por la policía, baja el tono y termina por acomodarse a los intereses ideológicos del lugar y de la tradición. La interrupción del goce celestial de la tradición colombiana por parte del gesto artístico, colapsa y queda reducida a una exposición más de aquellas que el Museo Santa Clara programa anualmente.
De las cuatro fuerzas arriba mencionadas –gesto, concepto, discurso y estrategias–, las los primeras son imprescindibles para comprender la verdad de las ideas artísticas las cuales nos visitan en esta versión del premio Luis Caballero, como dice Alain Badiou (2013). Cuando las dos primeras colapsan, la propuesta fracasa. Ahora, así las dos últimas presenten dificultades, la propuesta merece ser destacada como una misiva acerca de la historia del presente. En la contemporaneidad, no existe proceso ni obra final perfecta, quizá porque ningún artista puede cerrar satisfactoriamente su proceso creativo.
En Colombia, los ganadores de las dos últimas versiones del premio Luis Caballero muestran una tendencia del arte contemporáneo. En 2009, Mario Opazo miró su historia de vida y logró plantear una alternativa al arte crudamente partidista. En 2011, Fabio Melecio Palacios, bellamente mostró que el arte político es aquel que se aparta de las luchas partidistas y opta por crear una alternativa gestual y conceptual. Las verdades de la belleza expuesta, no se riñen con la verdad literal e inocua en la cual cada época se resguarda y perece. Ojalá el jurado de la VII versión del Premio Luis Caballero, refuerce esta tendencia y muestre la inconveniencia de un arte partidista dentro de un país que quiere afirmarse de manera diferente, que tiene la potencialidad de crear espacios de igualdad y reconciliación nacional. La nación se modela con estas pequeñas rosas que salen de las manos de los artistas. Fabio Melecio Palacios anunció que sólo unas manos liberadas de la opresión ideológica, pueden modelar espacios de igualdad. Esta es la Ruta del Caballero que queremos para el arte colombiano, lema con el cual esta administración orientó sugestivamente la compresión de este estímulo de la Alcaldía Mayor de Bogotá. Un balance administrativo de la gestión de la gerencia de artes del Idartes con respecto a este periodo de transición del Luis Caballero, aunque necesario, no es oportuno realizarlo en este momento.
Bibliografía:
Badiou, Alain (2013). La filosofía y el acontecimiento. Buenos Aires: Amorrortu.
Fotografías: cortesía del artista y fotógrafo Ricardo Muñoz.