Por: Jorge Peñuela
Fecha: abril 11, 2014
Elogio de las emputadas cartageneras
Es hora de hacer balances. No tenemos tiempo para hacer duelos porque se nos han negado todos los espacios.
El duelo se hace cuando se ama y se respeta una pérdida. No es el caso con la primera Bienal de Cartagena ni con respecto al Salón Inter, que todavía no está muerto, pero que es nuestro deber ayudar a morir. No hacemos duelo por entidades que no respetamos, por entidades que ultrajan la inteligencia de los artistas que rechazan el espíritu nórdico del arte angloamericano impuesto en Colombia.
Muriel Angulo, Alexa Cuesta y Helena Martin están emputadas, siguen emputadas. Emputarse en medio del culto artístico al mercado es una locura. El trabajo de estas emputadas cartageneras muestra una cualidad y un interés específico. En primer lugar, evidencian aquello de lo cual no dan cuenta los comercialmente llamados “artistas políticos”. “Evidente”, es aquello que tiene tal potencia de persuasión que no necesita ninguna demostración curatorial a posteriori: ¡en el acto se es! Evidente es el relámpago y el trueno que le sucede. Evitémonos el penoso trabajo de citar los nombres de todos aquellos y aquellas que son solo en las citaciones de las demostraciones de teorías de otros “comunes” que no son los suyos propios.
Una gran cualidad: la actitud. ¡Las emputadas muestran coherencia en sus ideas! La coherencia no es un discurso, es una actitud. Esto es lo que debe evidenciar cualquier artista en cada uno de sus gestos. Evidenciar no es demostrar algo por medio de argumentos manidos, ya sean ellos tomados de los teóricos de moda o de los poetas del mercado de bienes suntuarios. La coherencia artística no debe confundirse con la coherencia empírica del sentido común, “coordenadas” impuestas desde el Ministerio de Cultura feudal y la gerencia de artes aristocráticas del Distrito Capital. Con toda su sabiduría feudal, Sancho tiene poco que decirle a la universalidad que reivindica Don Quijote, el igualitarista. Sancho no es capaz de salir de la jerarquización que le impone arbitrariamente el sentido común de su señor que no es el señor Cervantes. Sancho está atrapado en “lo común” a otros. Don Quijote no vagabundea impunemente, lo hace para evidenciar ante el mundo trivial, ante el mundo duramente codificado por el mercado, para evidenciar, decimos, su actitud, la coherencia sensible –no medible– de la multiplicad de mundos en que se hace real un artista, un hombre o una mujer que ve en los otros a seres iguales y por ello mismo libres en su ser. Don Quijote evidencia que la locura artística es el mejor estado de ser.Lo es porque, una vez liberados del sentido común impuesto por “los otros imperiales”, todos y todas podemos vernos sin las “coordenadas” oprobiosas de las cuales hablan nuestros curadores. Los artistas nos hacen sentir que la igualdad es un imposible posible.
En segundo lugar, las emputadas tienen un interés claro. Nos invitan a decir no a la limpieza estética que establecen estos “órganos de control” imperial. Los curadores neoliberales que en la actualidad llegan a Colombia, son los Bomberos de Fahrenheit 451, sólo que ahora la guerra es contra las imágenes poéticas: solo tiene valor su logorrea. En 2013 le oímos decir al maestro Jaime Cerón en la Universidad de Los Andes, que el ministerio “tenía unas coordenadas” que le permitían detectar a los buenos artistas. ¿Es verdad tanta clarividencia gerencial? ¿No es hora de hacer un balance de esta “estética neogótica? ¿No es hora de superar el trascendentalismo neogótico del maestro Cerón? Recordemos que a partir del siglo XII, bajo el nombre de gótico, se conoció el arte de los países del norte de Europa, tan admirados por nuestra élite local. Disculpen por citarme a mí mismo, pero sería importante retomar la discusión del malhadado Salón Inter. Los y las invito a leer un artículo del año pasado escrito “en caliente” a propósito de la discusión acerca del primer Salón Inter, interpuesta por el primer emputado contemporáneo, el maestro Nadin Ospina. Como las emputadas en su querella de la primera Bienal de Cartagena, el maestro Ospina orienta bien su querella: el asunto actual en Colombia, es un problema de actitud: luchar por el reconocimiento de la dignidad que reivindica todo proceso creativo. En estos procesos todos y todas somos iguales. Como se sabe, la igualdad no le interesa al Ministerio de Cultura Feudal de Colombia.