Por: Jorge Peñuela
Fecha: septiembre 6, 2013
Arte globalizado en el paraíso de las mercancías
Existen inteligencias sutiles que tienen un acceso más fluido a la realidad y por ello mismo pueden comprender de manera privilegiada los complots quemaquina el Estado en contra de la libertad artística que hombres y mujeres exigen.
El Estado dispone de muchos gestores culturales que se presentan socialmente como críticos de arte, sin comprender la “inteligencia” que las artes modelan. El acceso a esta comprensión originaria, deliveradamente se perdió y perdió al arte. Tiene el propósito de hacer reverdecer el arte globalizado que Jaime Cerón citó en Medejean. En la actualidad, la crítica científica de arte devino mercancía. Reivindica como realidad artística la argumentación social y política que algunas ideologías promueven. Esta crítica es sólida y consistente, tal y como exigen las “coordenadas” neoliberales del ministerio de (in)cultura. Pero por más sólida que sea esta crítica, ella no le aporta nada al campo del arte. Las tesis o monografías de grado producidas por las ciencias sociales son escrituras críticas que aportan nada a los artistas. La tragedia no puede ser peor para el artista emancipador.
La crisis de la crítica replica la misma crisis del arte. Así como cualquiera puede ser artista, cualquier profesional puede hacer crítica de arte. Es el caso de muchos que se presentan como críticos de arte, inconscientemente, al servicio de alguna ideología, comenzando por Beatriz Gonzalez, Lucas Ospina, María Belén Saéz de Ibarra y Jaime Cerón, entre muchos otros. El otrora país de poetas devino supermercado de críticos institucionales que de día fungen como críticos de arte y en la noche sirven como gestores del mercado de bienes suntuarios. Colombia es una sociedad de críticos incapaces de modelar alternativas emancipatorias. Ahora, es necesario preguntar, así sea políticamente incorrecto y seamos castigados por esta irreverencia: ¿por qué aquellos que se presentan al Premio Nacional de Crítica, sólo escriben para este premio? Con excepción de Pablo Batelli, en el vacío crítico y de sentido que padece la actualidad colombiana, ninguno de aquellos que se presentaron a la última versión del premio ha escrito una línea acerca de la situación crítica del Salón Nacional de artistas colombianos. ¿No quieren enemistarse con el statu quo? ¿Sólo escriben bajo la promesa de una retribución económica? Es necesario transformar radicalmente el Premio Nacional de Crítica de Arte, pues, si nadie sabe qué es un Salón Nacional de artistas colombianos, muchos menos saben del susodicho premio a la crítica de arte.