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El artista global y la paz en Colombia

Impávidos, pronto veremos un cambio de libreto en los Salones palaciegos del Estado colombiano.

“Por ahí” se viene hablando de “arte para la paz”. “Por ahí” se anuncia que el arte de la paz significa jugosos contratos para los mismos artistas y curadores que están en guerra desleal contra la implementación de unas políticas artísticas igualitarias en Colombia. Con seguridad, en primer lugar se padecerá a la familia Tate Global reterritorializada. Anualmente, vendrá a certificarnos un crítico, un historiador, un gestor o un artista contemporáneo. Ante la Tate Global, certificará que Colombia cumple con los estándares del arte contemporáneo. Como apéndice a estas pruebas, se verá a las mismas Ladies y a los mismos Lores del mercado colombiano, pavonearse en las pasarelas feriales del globo haciendo demagogia con el discurso Diálogos Habaneros. Sin la fuerza crítica del cinismo clásico, este oportunismo artístico y curatorial es neocínico en el siguiente sentido: hace crítica para acomodarse mejor a aquello que critica. Los artistas neocínicos made in Tate, llaman a esto Crítica Institucional.

Respecto a la coyuntura actual, el Estado primero debe hacer la paz con sus artistas, a los cuales tiene marginados del régimen de estímulos. Sí: que los artistas hablen de paz política y social. Pero, la caridad comienza por casa.

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