Por: Jorge Peñuela
Fecha: junio 29, 2024
Sobre el uso legítimo y el abuso instrumental de las luchas y las insignias LGBTIQ+
Las personas que tienen experiencias de vida diversa están en su derecho a conmemorar festivamente este fin de semana las primeras luchas por la igualdad de derechos. Saben que esta conmemoración es una oportunidad para insistir en la necesidad de ejercer su derecho a aparecer públicamente como comunidades diversas. Tienen claro que el ejercicio de este derecho conduce al reconocimiento como ciudadanías plenas. En Colombia, este reconocimiento aún no se garantiza, ni siquiera de manera precaria. Al contrario, a diario se violenta o se asesina a personas que realizan estas experiencias de vida.
Tienen razón los críticos de La Marcha conmemorativa y de la instrumentalización comercial de las luchas de las personas diversas. Es cierto, izar una bandera diversa durante las últimas semanas del mes de junio se volvió un tópico común dentro las lógicas comerciales que configuran nuestro siglo, pero esta estrategia económica es inane para quienes padecen múltiples violencias; ostentar con hipocresía las banderas diversas ya no es suficiente, no ayuda a mejorar la calidad de vida de quienes hay sufrido persecución por sus orientaciones sexuales o por sus Sobre el uso legítimo y el abuso instrumental de las luchas y las insignias LGBTIQ+ de géneros.
La crítica a la institucionalización de La Marcha es objetiva. Este año propició la configuración de les integrantes de la Mesa LGBTIQ de Bogotá y la designación de nuevos voceres. Les integrantes de la actual Mesa saben que hace falta mucho más que izar una bandera diversa o instalar a regañadientes una tarima festiva en un espacio público. Las personas diversas y las colectivas que las acciones de aquéllas dan a lugar, tienen una historia que contar y cantar. Las historias dolorosas sanan mejor cuando se cantan por medio de las artes. Se trata de múltiples exclusiones y violencias que hasta ahora no han encontrado un espacio adecuado en la cultura para hacerlas visibles y proceder a su reparación simbólica por parte de la historia hegemónica.
Urge entonces reconocer la importancia de la conmemoración de La Marcha y también la relevancia de las críticas constructivas a esta manifestación festiva. En Colombia, La Marcha tiene una historia vital aunque no reconocida por todes les concernides. No cabe duda, la crítica es una oportunidad de mejorar una realidad, pero toda crítica es una práctica terapéutica y debe ser cuidadosa, en este caso debe dirigirse a quienes instrumentan las luchas y no a quienes trabajan con tesón por el derecho a la aparición. Sin aparición pública el derecho no es efectivo, se queda dormitando en el papel.
30 de junio, en Bogotá, Marcha por unas ciudadanías plenas.
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