Por: Jorge Peñuela
Fecha: agosto 30, 2015
Los hijos de Diego Velásquez
El cuadro de Diego Velásquez con el el cual se alegoriza el tránsito del Renacimiento a la Ilustración, no cesa de generar pensamiento en el campo del arte colombiano. Es mucho aquello que aún se dice acerca de la importancia de Velásquez para la comprensión que de sí tienen los artistas del siglo XXI. Así los historiadores y los criticos de arte afirmen que Las Meninas acusan un Sindrome de Fatiga por un exceso de interpretación, pensamos que aún Velásquez es un interlocutor légitimo para la post-contemporaneidad. Artistas post-contemporánoes: ¿sirvientes o bufones del poder? Ni lo uno, ni lo otro. Son críticos tan sutiles en sus toques de sentido, tan imperceptibles, que ni siquiera los togados por el poder se percatan de que fueron tocados por la actualidad que reivindica cada artista. En este arte de tocar el sentido, Diego Velásquez y Francisco de Goya son los maestros del arte político y los escritores de las políticas del arte más relevantes para el siglo XXI. Sólo así la crítica del gesto artístico logra calar en la ridigez de las ideologías de turno. Marco Roda anda en pos de los rastros de los maestros del arte político español
En medio del “guayabo” que le generan sus encuentros con la Historia de las cortes españolas y colombianas, Marco Roda reactualiza una conversación postergada. Promueve la conversación entre las diferentes maneras de pensar que se despliegan en Colombia hace quinientos años. La conversación intempestiva que propicia es adecuada –anacrónica la llama el artista–, es pertinente para pensar lo que hemos llegado a ser, desde el mismo momento en que los reyes españoles comienzan a esfumarse del horizonte de la cultura colombiana, tal como anuncia Diego Velásquez y corrobora Roda en su guiño a los próceres de la independencia colombiana. En efecto, el pintor con el estigma del cristianismo tatuado en su pecho, pinta la decadencia del régimen, la decadencia que se apodera de todos los modos de sentir, ser y pensar avalados por el regimen español. Roda continúa el trabajo de Velásquez, lo completa, muestra aquello que el pintor de Felipe IV vio y con lo cual se horrorizó y se cubrió el rostro: la brutalidad sin medida del régimen moderno.
En compañía del artista Juan Manuel Lugo, Transbicentanario es un proyecto que Marco Roda concibe para la ruta despiada de Trasmilenio, la ruta de la infamia en Bogotá. Roda usa la palabra despiadado para mostrar cómo esa ruta de la emancipación del transeunte bogotano, se convirtió en una de las más brutales plazas de mercado de la ciudad, quizá del pais. De esta experiencia nace la iniciativa artística de pensarse como artistas críticos en la ruta infame de Trasmilenio. Roda y Luna presentan sus ideas a la empresa y logran persuadir a sus administradores de la relevancia de su propuesta para la vida cultural de Bogotá. Los efectos son plásticos y políticos, como toda verdadera plástica.
Mecanizados por los dispositivos de poder implentados por el régimen de los transportadores bogotanos, es probable que pocos usuarios hayan notado la perfigurancia de Marco Roda y Juan Manuel Lugo en Trasmilenio. Fatigados como andamos con la banalización de las performance artísticas, Roda y Lugo nos ofrecen la oportunidad de pensar nuestras prácticas artísticas en espacios públicos como perfigurancias, como figuras que se mueven trastocando los espacios colonizados por el mercado. Si la performance es una forma en movimiento, la perfigurancia es una figura en acción, son figuras que saltan de la Historia a la actualidad, controvirtiéndola, transfigurándola. Roda y Lugo nos dejan ad portas de Trasmilenio, de otra manera de pensar artísticamente, es decir, con sentido sentido con verdad.
Fotografías: cortesía de Marco Roda