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553,5 km por mar

Henry Palacio y Román Navas son expertos en armar planes así. Como los directores de cine documental que siempre quisimos ser, diseñan estrategias de ubicación en territorios sin demarcar y se plantean modos de estar allí el mayor tiempo posible. En este caso, un viaje por las carreteras de Colombia pagado por el Estado. Extraño en su motivación, inútil en su objetivo, impredecible en su desarrollo. De hecho, no piensan utilizar las vías como prolongación del hogar (trasladarse encerrado en un vehículo de A a B), sino para hacer eso que hacemos casi nunca: habitarlas.

Ya ambos han intentado convivir con la imagen de la noche urbana que a todos atemoriza. Han dormido bajo su abrigo y le han hecho homenajes en dibujo, video, escultura y fotografía. La variación que proponen ahora es la de intentar algo similar fuera de los límites de la retícula de calles y carreras. Un atrevimiento que desconoce su conclusión (yo creo que no alcanzarán a dejar en su destino aquel objeto que van a transportar: para complicar las cosas, decidieron construir un bote y cargarlo hasta la costa de una de las ciudades peor vendidas en los medios de comunicación locales). 

Una de las múltiples paradojas del viajero es que suele mirar al mundo a través de dispositivos. Mapas, libros, relatos, narraciones o, poniéndonos tecnológicos, ventanillas, cámaras fotográficas, celulares. Muy pronto –si quiere–, el turista entiende que su experiencia no llegará más allá de la intermediación. A mediados del siglo pasado, una vanguardia de jóvenes que tenía tiempo para perder cuestionando el status quo, anunció que nuestra experiencia de la ciudad era una mentira. Que siempre realizaríamos recorridos institucionalizados, nunca libres. Y, por extensión, lo mismo sucedería con nuestra experiencia del territorio, del universo, etc. El pragmatismo de vivir sin saber en medio de dónde se está. Al pensar en lo que hay fuera de las urbes, la metafísica ataca y recordamos que hace varios milenios supimos lo mismo. 

Pero Palacio y Navas son menos aburridos. Para ellos se trata de “salir y experimentar una  forma diferente de habitar, a la que no se puede llegar sino cuando se ponen la fantasía y la más seca realidad juntas”. Se divierten, creo. Seguro conocerán personas. Pero de eso no se trata. Para eso harían documentales. Su acercamiento es más cuidadoso. Para ellos se trata de comprobar una lectura socioeconómica muchísimo más interesante que el simple vampirizar otras culturas. Señalan, “del mismo modo a la persona que compra un DVD sin tener un televisor, lo que queremos ahora es dar la cuota inicial para emprender un camino hasta el puerto, el mar y la playa.” 

Idiosincrasia colombiana 1 = ensillar sin tener las bestias (hacer curadurías sin tener espacio, diseñar viajes sin contar con dinero, estudiar carreras para salir quedarse desempleado, etc.). Así, su viaje se convierte en otra cosa. Más proyecto ambicioso que riguroso plan de trabajo. Una actividad de productividad cero que pocos podemos entender en la actualidad. Por ese camino, Clavijo y Navas proponen entonces no un viaje pendejo a un destino tonto para sacar imágenes genéricas, comer platos gourmetizados a las malas, sino otra cosa. Una acción derivada de tratar de asumir el reto de encauzarse por cuenta propia. Un asunto muy difícil que muchos hemos olvidado. Habrá que escuchar lo que tengan para hablar a su regreso. Si deciden regresar.

Este jueves 17 de septiembre, en MIAMI Prácticas contemporáneas, un projecto de Henry Palacio y Román Navas

Lanzamiento del proyecto de Henry Palacio y Román Navas (Beca de creación para artistas emergentes. Ministerio de Cultura. Colombia)

 

Jueves 17 de septiembre (único día)

MIAMI Prácticas contemporáneas

Carrera 17#36 61

Bogotá

 

Entrada libre

 

Fotografía: Henry Clavijo

 

 

 

 

 

 

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