En Colombia, se evidencia una necesidad de turistas de todo orden o campo: se requieren bienales y ferias. Las principales ciudades –las que más marginados raciales, sexuales y sociales albergan–,  legítimamente codician los inmensos recursos estatales y privados de Colombia y del resto de América; desean atraer dinero a las arcas de los más favorecidos por el sistema diseñado para su usufructo de una mínima minoría que se cree inmensa. A nuestro modo de ver, Cartagena y Medellín lideran este espíritu empresarial y comercial que se ha apoderado de Colombia. No estaría mal, si los gobernantes y los empresarios pensaran en el bienestar de todos y todas las ciudadanas. Pero no. Al contrario, en estas ferias tan elegantes, sucede lo que pasó en Cartagena con la visita del presidente Obama, y en Bogotá con los manifestantes de la Plaza de Bolívar durante la eclosión de la Primavera Bogotana: para el Estado, los pobres de todo orden son una vergüenza, ¡hay que esconderlos! En este mismo sentido, para el Ministerio de Cultura las propuestas por fuera de las coordenadas diseñadas por la Tate, hay que desaparecerlas, borrarlas del mapa.  Las artes, en nuestro caso las artes plásticas y visuales, ¿pueden reducirse a este juego de empresarios ricos que están buscando pretextos para hacer negocios lucrativos, en detrimento de las luchas por la igualdad? La persistencia de las inquietudes críticas de las maestras Alexa Cuesta y Muriel Angulo, el disenso del Caribe colombiano debe ser escuchado por el próximo gobierno. Es necesario abrirles campo con el propósito de desneoliberalizar, desprivatizar la gerencia de artes del Ministerio de Cultura. En general, urge un relevo en el campo administrativo de las artes colombianas. Es necesario vetar el carrusel burocrático que tiene estancado al arte colombiano, que lo desconoce, que se autopromociona a sí mismo,  que margina lo propio y exalta la Sociedad de los Orinales Muertos. Los despachos estatales fueron concebidos para servir a los artistas y a la ciudadanía, no para satisfacer la voracidad de la clientela  de la burocracia. Los mejores tienen que abrirse campo hacia esas instancias.

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