Por: Director
Fecha: abril 29, 2016
Los Salones Rabinovich: la inactual actualidad del arte moderno en el Nuevo Museo de Arte Moderno de Medellín
Fuimos a conocer la nueva edificación del Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM). Los espacios de la antigua sede estaban en montaje, así que pudimos solazarnos en las bellas terrazas de la edificación y extasiarnos en la contemplación de los bellos paisajes de la amable, dinámica, pujante y sonriente Medellín. A pesar de la contaminación ambiental de la cual se habla tanto en los medios, la ciudad se muestra optimista y generosa con sus visitantes.
Vamos al grano del arte inactual, el verdaderamente actual, el que cuenta con espacios físicos y escriturales. Esta no será la última vez que los artistas o los ciudadanos se quejan de los Museos de Arte diseñados por artistas arquitectos. No es la primera vez que se dirá que los espacios son egocéntricos y no se piensan para dialogar con las propuestas de los artistas sino para imponer regímenes discursivos e ideológicos.
Sorprenden las bellas terrazas, las amplias escalinatas y la amplitud de los corredores del Nuevo Museo. Sin embargo, y pesar de la importancia de la colección permanente del Museo, los espacios destinados a la legitimación ciudadana de sus obras son pequeños. El recurso de dispositivos móviles de exposición estrecha el montaje de las obras, muchas de estas útlima se ven apretujadas y luchando por conquistar un espacio más cómodo. Tampoco se favorece un desplazamiento libre de los espectadores ni la apreciación y evaluación de las obras mostradas. Dada la importancia de la colección permanente del MAMM, ojalá los montajes sean mejor concebidos, pensando siempre en la comodidad del espectador y el lucimiento del pensamiento en cada una de las obras.
El Nuevo Museo de Arte Moderno de Medellín da la bievenida al siglo XXI. Bogotá, en arte, aún vive en el siglo XIX. Medellín expone su vitalidad quedando ad portas de un neopaisajismo global. Como sucedió con el Museo de Arte de Moderno de Bogotá, los espacios del nuevo MAMM destinados a la exhibición de obras ennaltecen el paisaje circundante, pero no son idóneos para albergar el pensamiento de los artistas. Las iniciativas de los artistas se tienen que acomomodar al espacio como puedan, sus ideas y propósitos dentro del campo del arte pasan a un segundo plano. La presencia vehemente del artista arquitecto minimiza el acto vital de presentar los trabajos artísticos a las comunidades que visitan el Museo.
La antigua sede —los antiguos Tallerres Robledo—, se constituye en la Sala Temporal y seguirá siendo el epicentro artístico del Museo, lo cual no deja de ser una paradoja, pues, sugiere la idea historicista según la cual “todo pasado fue mejor” y seguirá siéndolo. Es probable que allí, sin el boato arquitéctonico del nuevo edificio, los montajes favorezcan los diálogos que requiere y exige el arte post-contemporáneo.
Los nuevos espacios del MAMM presentan una bella e impactante colección de Débora Arango, asimismo una Revisión pertinente de los Salones Rabinovich, los cuales fueron realizados entre 1981 y 2003. Dos reseñas visuales de gran relevancia para comprender el arte colombiano, en especial para esclarecer el aporte de las comunidades antioqueñas a la consolidación de este frágil campo.
En su momento, los Salones Rabinovich siguen los pasos dados por Eduardo Serrano como curador del Museo de Arte Moderno de Bogotá. En efecto, cuando el proyecto de los Salones Atenas de Bogotá daba muestra de fatiga, el MAMM se abre a proyectos abiertos a las emergencias que eran silenciadas por los protocolos artísticos imperantes tanto en Medellín como en Bogotá. Los Salones Rabinovich, se afirma en la guía de estudio, reivindican un arte que “no está vinculado necesariamente con apuestas ideológicas, no se basa en el conflicto, no se opone, no desdeña del pasado ni anhela el futuro, no se figura lo nuevo como criterio, no representa utopías ni revoluciones; más bien admite una pluralidad total para hacer arte con o sin propósito”. A pesar de las tensiones conceptuales propias de las formulaciones artísticas que aquí se ponen en escena, “Pluralidad total”, “arte con o sin propósito”, son los criterios propuestos para avaluar someramente la inactualidad de lo actual en los Salones Rabinovich.
Es poca la información que la exposición saca del closet del arte moderno colombiano. Todavía hay muchos tabúes acerca de sus reglas, de sus protocolos de circulación y los mecanismos de promoción de los artistas. La muestra es una provocación, un llamado de atención, una invitación a que los historiadores del arte se tomen en serio estas emergencias vitales. Falta contar a fondo la historia de los Salones Rabinovich y de los Salones Atenas. El Ministerio de Cultura debe comprender que su excelente serie editorial de Artistas Colombianos Contemporáneos, es ciega sin el contexto de los Salones aquí reseñados.
El Nuevo Museo de Arte Moderno de Medellín muestra el empeño de una ciudad y un departamento por estar al frente de una vanguardia artística venida a menos. Habla bien de Medellín el apoyo que reciben las artes por parte de los y las antioqueñas. Así las artes contemporáneas sean responsables de una pérdida de imaginación y sentido de comunidad, los nuevos espacios abiertos muestran la fortaleza de unas colectividades que poco a poco con sus ideas artísticas y estéticas se están consolidando como líderes indiscutibles dentro del campo artístico colombiano.