Por: María Mutante
Fecha: mayo 10, 2016
Crítica a la crítica en clave de red social
El público habitual de la Feria del Libro se escandalizó con el fenómeno youtuber porque los escritores que usan esa red no tienen las calidades literarias y académicas que ellos reclaman en exclusividad para considerar legítima una publicación. Se señala a los youtubers como las ligas B de la división juvenil y no faltan razones. Pero veamos qué pasa en la otra red más popular: los feisbookers: también aquí hay de todo. Se asume de entrada que una publicación en redes carece de rigor, es un comentario trivial, ligero, y muy personal, son chispazos emotivos y sinceros, propios o reciclados con los que nos mostramos como queremos ser vistos, con un amplio margen de espontaneidad. No son necesariamente artículos serios, ni revistas indexadas, ni libros, aunque estos formatos también circulan aquí, y la red permite crear nodos de interés que se expresan como comunidades alrededor de temas específicos, por ejemplo, arte.
Es ahí donde muchos seguimos a artistas, publicaciones, eventos, críticos, y cosas relacionadas con ese interés. Algunos muros enlazan links muy rigurosos, hay eminencias, profesionales, aficionados, y diletantes como yo, muy interesados en seguir ciertos hilos temáticos de viva voz de sus protagonistas, porque además de que desde aquí podemos linkear productos terminados y rigurosos, también podemos asomarnos a lo que dejan filtrar como personas y esto no carece de interés. Unos son más reservados o diplomáticos que otros. Aunque lo publicado en fb no tenga un carácter académico formal, no deja de ser una publicación como indica el botón que activa la subida de cualquier cosa a la red. Es decir, tiene un carácter público, inclusive cuando se sube con grado de privacidad para los amigos. Y esto conlleva un grado de responsabilidad sobre lo expresado. Uno puede decir lo que quiera, pero debería asumir lo dicho, sobre todo si el perfil dónde se publica representa a personas notorias en un medio como por ejemplo un crítico o curador y su post se refiere al trabajo de un artista.
El 1 de mayo de éste año el curador Emilio Tarazona publicó en su perfil de Facebook un video que reseñaba el trabajo “Cotidiano y Capital” realizado por la artista Ana María Villate en espacio público y en el marco del evento Perfoartnet. El 2 de mayo a la 1:56 el video recibe un comentario del reconocido profesor y crítico de arte Ricardo Arcos Palma, que me generó desazón y al que repliqué de inmediato encontrándome minutos después con que borró su desafortunada intervención. Dos días después los textos borrados fueron recuperados y los subí ante lo cual el afamado crítico presento unas excusas a mi modo de ver insatisfactorias. Para mi resultó asombroso que un crítico de arte, que además se encuentra vinculado al evento Perfoarnet no estuviera al tanto de la presentación de Villate, y suponiendo que no lo estaba, al encontrarse con la obra no le dedicara tiempo suficiente para apreciar de primera mano, sino que la ignoró porque le parecía más importante saber si Clara López iba a marchar, y luego la minimiza y descalifica de un plumazo en Facebook.
Ana María Villate es una reconocida artista plástica y docente universitaria, que ha realizado numerosas performances, liderando un grupo conocido como Colectivo Zunga, que se ocupaba en sus obras de temas políticos y culturales desde una perspectiva de género y se reconoce como feminista. Pueden visitar en YouTube algunas de las obras del colectivo en las que se puede apreciar una estética depurada, que con un mínimo de elementos y acciones construye un discurso visual característico: acciones claras, legibles, sin adornos, pero no carentes de esa belleza que proviene de apropiar gestos cotidianos, o lo performático cultural, para mostrarlos aislados y ampliados por la repetición gestual, como en un microscopio de la micro-política, que permite al espectador, desde lo performático artístico generar lecturas diversas sobre su propia experiencia.
Tras ocho años de creación y circulación continua, el colectivo se disuelve en 2015 y el primero de mayo de éste año encontramos a Ana María Villate presentando un performance en solitario titulado Cotidiano y Capital, en el espacio público, en medio de la tradicional marcha de los trabajadores. Como se puede ver en los videos publicados por Emilio Tarazona, Ana Villate camina en contravía de la marcha portando un gancho que sale de su espalda y sostiene una zanahoria que cuelga delante de ella, pero fuera del alcance de sus manos que se extienden intentando tomarla. Lo obvio: el burro, la zanahoria y el garrote. Motivación y castigo.
¿Por qué elige Villate la marcha de los trabajadores para su presentación? ¿Por qué no aparece el garrote, pero si la zanahoria? ¿ Por qué marcha a contravía? ¿ Por qué va vestida como va? ¿ Por qué algunos entre el público intentan ayudarle a alcanzar la zanahoria? ¿ Por qué a otros les da risa? ¿ Por qué va ensimismada? ¿Qué sentido podría tener esa imagen en ese contexto específico? ¿Qué significaría esa misma obra en una galería? ¿Qué sentido tendría con el garrote? ¿A qué cree que le apuesta la artista? ¿Con qué otras obras puede relacionarla? ¿Qué asociaciones mentales tiene con esa imagen? ¿Con hechos de su propia vida puede relacionar esa imagen? ¿Qué podría significar como metáfora visual? ¿Qué detalles formales son los más relevantes en su lectura? ¿Qué lecturas orienta el título? ¿Cómo es universo laboral de los artistas? ¿Tiene alguna relevancia el arte político para los trabajadores? ¿Cómo se relaciona la izquierda política con el campo artístico? ¿Qué impacto político tiene el arte político? Esas y otras preguntas hubieran configurado una mejor aproximación a la obra si el crítico criticón se las hubiera formulado e intentado resolverlas. Pero en lugar de abrir perspectivas de interpretación o ampliar la información sobre la artista, la obra y su relación con el contexto, entró en un espontáneo y sincero arrebato a descalificar lo que había medio visto y no visto.
En primer lugar, se refiere a la artista como “la chica” para hablar de una mujer adulta, que además es su par académico y una reconocida artista. Creo que nadie se refiere a él como “el peladito de las críticas”. Al referirse a los acompañantes que hacían el registro videográfico ahí sí se refiere al curador, no al chico. De estos sutiles y ofensivos gestos se hace el machismo.
A continuación, minimiza lo que ocurrió en relación con el público: unos pocos que miraban con desinterés por pocos instantes. Al parecer el crítico en cuestión es este tipo de público, pues confiesa que no se detuvo. El performance es un arte del tiempo, la obra crea un tiempo, ocurre en él, exige del espectador una detención de su tiempo cotidiano, aunque sea por unos minutos y si uno ve el video en su totalidad, puede apreciar la multiplicidad de interacciones que allí ocurrieron. Ahora bien, el performance en espacio público es un reto mayor que en una galería, la gente está en la calle, no vino a ver la obra, y si el artista logra que detengan su marcha habitual así sea por unos segundos, ahí ya pasó algo. Pensemos o mejor veamos lo que ocurre con el público de calle ante los performances. Pongo por ejemplo el trabajo de María José Arjona en Viena caminando con anteojeras de caballo, que por cierto tiene alguna afinidad formal con el de Villate o el performance Carga Montón del Colectivo el Cuerpo Habla en Bogotá. En ambos casos la gente se detiene, por instantes, otros por minutos, y solo los acompañantes artistas siguen la totalidad del recorrido. Me pregunto cuánto es el tiempo promedio que un espectador de galería permanece ante una obra, mirándola, sintiéndola, interrogándola —no el tiempo de charlar con la copa en la mano—, ¿segundos… minutos? Será que el público de las galerías se hace más preguntas o es más inteligente o interactúa mejor que el de la calle, me aflora una sonrisa de escepticismo. Me pregunto por qué los críticos no se entienden a sí mismos como mediadores entre el público raso y los artistas, por qué no se asumen como pedagogos en una circunstancia como ésta, será que ahí no hay un target para su marketing. Curioso que un crítico que dice interesarse por las relaciones entre arte y política, se encuentre en pleno primero de mayo con un hecho artístico y no se interese, le parezca más importante ver si Clara López va a marchar o no. Yo también he asistido a esas marchas del primero de mayo y entiendo lo que para los marchantes significa la experiencia artística en ese contexto: cantantes y poetas al final de los discursos, a veces en la plaza, en la tarima, pero la mayoría de las veces en un parqueadero cercano para amenizar el reposo y la fiesta que sigue a la marcha en medio de cervezas y tamales. Es un público heterogéneo, no es “la clase obrera”. Ahí hay sindicalistas y trabajadores, políticos y activistas profesionales de la izquierda, estudiantes, intelectuales e infiltrados. Y ese escenario dónde el arte es entendido como un poco de folclore y canción protesta para acompañar, hubiera sido un escenario privilegiado para un mediador atento e interesado auténticamente por las relaciones entre arte y política más allá de querer armar partidos de artistas y ocupar curules. Desde mi punto de vista lo fundamental de esa relación entre arte y política ocurre en la obra de los artistas que se interesan en el asunto y en el trabajo de formación y mediación con públicos.
La inquietud que le surge al profesor Arcos Palma ante la obra es, si no será esto onanismo estético o arte para artistas. Osado y audaz pero poco profundo. El onanismo es un acto placentero, auto satisfactorio, en general los artistas disfrutan hacer lo que hacen, aunque el grado de satisfacción personal con cada trabajo es variable. Sin embargo, la masturbación suele ser un acto privado, a puerta cerrada, Villate no hace una obra para agradarse a sí misma ni a los seguidores más cercanos con su estética, sale a la calle y confronta su imagen ante un rio de miles de desconocidos, se expone literalmente, no eufemísticamente como se expone en galerías a las que van veinte gatos. Solo conozco dos obras que incluyan onanismo y ambas son performances de mujeres: una es de Erika Ordosgoiti en el transporte público, casualmente también con una zanahoria y la otra es la Pornoterrorista Diana Juyenet, ninguna de las dos es complaciente o estéticamente agradable en el sentido tradicional, son pajazos que conflictúan al público. El verdadero arte para artistas, el verdadero onanismo estético es el pan de cada día en las galerías, un público cautivo, habitual y selecto, de universitarios, intelectuales y profesionales, un círculo cerrado, endogámico y elitista. Todo lo contrario de salir a la calle. Se equivoca aquí rotunda y groseramente el crítico. Es lo que nos recuerda Halim Badawi en su perfil de fb que se conoce como un truco retórico llamado el Principio de la Transposición, que consiste en “cargar sobre el adversario los propios errores o defectos”.
Asombrada por todo lo manifestado por el profesor, persona por quien yo profesaba gran admiración, visito su perfil de Facebook para encontrarme que acaba de repostear una entrevista que le hizo Arteria, lo cual no creo que sea onanismo, sino legítima autopromoción y le interpelo ahí mismo sobre un texto que tomo de su propio perfil en la sección información de Ricardo. Obviamente a esta hora ya lo debe haber editado o borrado y me ha bloqueado. Probablemente esté por ahí la raíz de su animadversión por la obra de Villate.
¿Será justo darles tanto palo a los muchachos youtubers?