Por: Yecid Calderón
Fecha: mayo 14, 2016
Los Bucles de Ana María Lozano, Luis Fernando Ramírez y la Colección de Arte del Banco de la República
La criba de una obra de arte es una crítica que analiza, separa los elementos que constituyen la pieza y, desde allí, los juzga. El juicio que se realiza en este orden, en este campo, aprecia las cosas cuyo contenido tiene una fuerza estética o simbólica contundente, algo que orienta —dentro de múltiples posibilidades— la experiencia que tenemos en el acto sensible de observar, escuchar y sentir en general que nos provoca las piezas denominadas arte.
Tal juicio no es un juicio puro, la criba no se hace desde algún lugar inexpugnable que nos autorice a realizar un juicio determinante o definitivo sobre lo apreciado, por el contrario, intenta ser una posibilidad para ahondar más en el sentido estético, creativo, simbólico o político de la obra en cuestión. No es un juicio puro porque está lastrado por la historia occidental del arte, afectado por el derrotero particular del artista y por el contexto en el que emerge la pieza, así como por el contexto en el que la pieza es exhibida y en el que se halla quien la aprecia.
He empezado a hacer esta salvedad por la complejidad que implica hacer una criba sobre algunas piezas de una colección de arte, en este caso, videos de acciones de la colección del Banco de la República expuestos actualmente en El Parqueadero, Espacio de Proyectos del Museo de Arte del Banco de la República. La curaduría, realizada por Ana María Lozano y Luis Fernando Ramírez, recoge una serie de acciones registradas en video e incluye a figuras mundiales del performance como Joseph Beuys, Valie Export, Ana Mendieta, hasta artistas colombianos reconocidos en el ambiente local y quizás latinoamericano. El tiempo de las acciones también cuenta, pues, algunas de ellas se realizaron a finales de los 60’s e inicios de los 70’s, otras en los ochentas y algunas de ellas en fechas más recientes.
Creo que no se puede hacer una criba sobre las piezas, pues, algunas de ellas son piezas claves en la historia del arte o al menos en la cultura visual contemporánea, para no ceñirnos a la hegemonía histórica. Justamente, este puede ser el sendero que podemos tomar. Por dos razones, la primera, porque estamos ubicados en un lugar crítico que ya no reconoce esa historia del arte como una historia definitiva, sino como una historia relacionada con los colonialismos de raza, de clase y de género, así como con las subordinaciones estéticas y artísticas de diversa índole; la segunda, porque las colecciones de arte son fenómenos que se originan en el seno del capitalismo y se orientan, no tanto a coleccionar arte como tal, sino a coleccionar valores.
De esta línea no escapa ni siquiera la buena voluntad del Banco de la República al intentar coleccionar arte, pues, en dicha colección cuenta aquello que se ha destacado desde las prácticas hegemónicas, muy jerárquicas del arte moderno. Entiendo por arte moderno el arte de élite, de artistas, de círculos cerrados, que aspiran a ser mercancía. En esta aspiración encontramos piezas de un arte llamado arte contemporáneo, como las piezas que presentan en esta exhibición.
Sin hacer énfasis en el pantanoso asunto de la obra de arte como mercancía y fetiche, prefiero quedarme con el análisis sociológico que revela la subordinación estética y artística. En efecto, es una gran oportunidad para el público poder observar piezas de Vito Acconci, Joseph Beuys, François Bucher, Miguel Ángel Cárdenas, Valie Export, Martha Minujín y Bruce Nauman, así como reiterar lo definitiva que fue la obra de Ana Mendieta, María Teresa Hincapié y Miguel Ángel Cárdenas. De los otros artistas, más contemporáneos y, quizás por eso, menos conocidos, hablaré más adelante.
La curaduría alinea a estos grandes del performance en sus registros de video con artistas colombianos más jóvenes, dos de ellos viviendo en Canadá: Jorge Lozano y Julieta María. El otro artista colombiano es Oscar Leone Moyano. Este alineamiento es abrupto en tanto que pasamos de los grandes del performance sesentero y setentero, a las figuras ochenteras del arte acción nacional, como son Miguel Ángel Cárdenas y María Teresa Hincapié, para finalizar con los tres más jóvenes arriba mencionados. Bucle, acciones ante la cámara, es el título de la muestra. Bucle, seguro ese es el concepto que unifica el mosaico disonante de la curaduría, aunque no en sentido estricto de un bucle, sino más bien en una especie de retorcimiento forzado.
Martha Minujín se distingue en su labor juguetona y desmitificadora de incendiar a un Gardel y registrar en poco más de seis minutos, una acción en la que se ocupan varias horas gentes dirigidas por la artista. Contrasta su acción tan elaborada, dispendiosa y seguramente costosa —presentada en la IV Bienal de Arte de Medellín,1981— con la belleza de la pieza de Ana Mendieta, quien se ocupa del cuerpo de la mujer, sus procesos, sus intimidades en entornos naturales; la apreciamos sola, con su cuerpo en acción, sin ayudantes, apenas el apoyo de una cámara de video para el registro y un par de objetos.
Por su parte, María Teresa Hincapié, de quien se exhiben dos videos, nos lleva en la misma línea de Mendieta: la mujer, con ese cierto minimalismo en la contundente acción, bien en aquella de escribir al revés, sobre un vidrio, para que sea leído por el transeúnte convertido en espectador, del otro lado del cristal; o en aquella otra de apreciar el objeto, paladearlo, como ocurre en su famosa acción “Una cosa es una cosa”. Destaco con aplausos la pieza de Miguel Ángel Cárdenas, de una estética maravillosa y una producción de video muy avanzada para la época (1981). Claro, vivía en Alemania. La labor de evidenciar lo marica y travestido, justo antes del boom de la pandemia del SIDA, de señalar la discriminación sexual, con una efectiva propuesta bien lograda, de gran calidad estética y creativa, la convirtió —también por mis personales afinidades con este tipo de trabajo— en la obra más poderosa, por todo lo anterior y por divertida, de toda la muestra en cuanto a video-performance.
La cosa reveladora aquí es que seguimos los lineamientos de un arte establecido, aunque ese arte en su momento fuese anti-establishment, observamos la transformación en fetiche y la fuerza centrípeta del mercado que re-ubicó a estos artistas, como Valie Export, en el centro del performance art. De la misma manera, seguimos a pie juntillas, los órdenes creativos de producción establecidos por el mainstream del negocio del arte, o, por el influjo ideológico que pone por marco de referencia a la metrópoli (Europa o Estados Unidos) para armar en la colonia, por analogía, nuestro propio panteón artístico.
En esta exposición, como en muchas otras, vamos a encontrar esa hegemonía del poder, del renombre y de la fama. Un caso visible: el de Martha Minujín, quien pensó, diseñó, pero no realizó mucho, sino que fueron otros los que ejecutaron bajo sus órdenes. Trabajo de genios y élites reticentes a superar ese viejo paradigma, lastre medieval de los gremios que la modernidad pulió, en los que el maestro se lleva los laureles con el trabajo del oficial y el aprendiz. Claro que pecamos de juicio anacrónico, al pedir a artistas de profesión, en una muestra de una colección, que se piensen de otra manera y que reconozcan que el arte es siempre network, trabajo en equipo, alianza, red de hacedores. Con todo y lo que se lee entre líneas, en el video de Martha Minujín, se dice que fue una rebelde para su época.
Los trabajos de Jorge Lozano y Oscar Leone Moyano resultan interesantes, subrayo el carácter político del primero, lo cual me permite ubicarlo dentro de los artistas contemporáneos a indagar, pues, su pieza me pareció de gran importancia en contextos de migrantes y excluidos; del segundo, considero interesante la calidad estética de su acción. La que no me dijo mucho, en realidad nada, fue Julieta María. Además que, como en uno de los videos de Valie Export, no pude resistir porque utiliza un ave en su pieza (a pesar que, en los inicios del performance, usar animales era algo corriente, pero a estas alturas creo que es demasiado). Los otros trabajos, no mencionados aquí, las dejo para que el lector, si ve la muestra, las explore por su propia cuenta.
Por lo demás me resta decir que es importante, cuando uno es apasionado o apasionada por el arte, y más por el arte acción, pasar a visitar la muestra, pues, quizás nos permita abrir senderos y expandir horizontes en la comprensión del arte acción y de esta forma elitista de hacer obra. Quizás podamos pensar en la posibilidad de abrir brechas más democratizadoras, menos modernas (o sea menos coloniales) para crear arte, teniendo en cuenta las facilidades tecnológicas con las que hoy contamos. Importante reflexionar sobre querer seguir esa senda, ya desgastada, del viejo paradigma del genio y de la élite moderno/colonial; o si queremos empezar a ser pioneros y pioneras en otras formas y paradigmas de hacer arte. Sobre todo, arte acción frente a una cámara.
Fotografías: artista y fotógrafo Ricardo Muñoz.