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Marcelo Mejía: juegos de guerra

“Para nosotros es un trabajo normal como cualquier otro..” dice el Sargento Cortés en el minuto 24:07 del documental de Roméo Langlois; el soldado muere en combate contra la guerrilla minutos después. El soldado proviene de una región del Chocó, departamento colombiano donde la miseria y abandono estatal es enorme. En Colombia la miseria y la pobreza, generan algunas pocas opciones de “vida”: se es guerrillero, soldado, narcotraficante, delincuente común o paramilitar.
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Imaginen por un instante, a los campesinos e indígenas corriendo escapando al bombardeo de sus casas porque sin querer se han transformado en un campo de batalla que se disputan guerrilleros y militares. Esto que ustedes ven en el documental, sucede también en el Cauca y en el resto del país desde hace años generando desplazamiento y hacinamiento en los cinturones de miseria en las ciudades. Y el Presidente Santos está orgulloso de que el ejército haya recuperado una zona estratégica luego que los indígenas los sacaran de sus territorios.
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Mientras tanto, otro Sargento, Rodrigo García dicen los medios: “esta semana fue reconocido como héroe al defender con lágrimas el cerro Berlín, en Toribío (Cauca).” Unos defienden con lágrimas y otros con balas, sus propias vidas, su única fuente de empleo, una guerra que no tiene sentido. ¿Hasta cuando?

Frente a este panorama sombrío la guerra está lejos de terminar mientras no existan políticas sociales serias y una voluntad para una salida negociada del conflicto armado.

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Este vistazo crítico reactualiza la obra del artista colombiano Marcelo Mejía. Reescribamos y actualicemos este vistazo crítico publicado inicialmente en la Revista Escaner Cultural en abril del 2006, pues es importante para ver como los artistas reaccionan frente a este problema de la guerra. En ocasiones la fotografía parece devenir algo que revela una serie de contradicciones. En este caso, la fotografía pone de manifiesto algo que está implícito en el juego. Un juego donde el va y viene, tiende a establecerse como una opción para que la dicotomía se convierta en una lectura donde se puede observar la opción real del juego. ¿Pero qué sucede cuándo esos juegos son juegos de guerra ?  Donde no hay un solo ganador sino varios perdedores. Las fotos de Mejía, elaboradas dentro de lo  escenográfico, son muestra de un simulacro perfecto donde juego y ficción puede devenir algo real.marcelo mejia juegos de guerra 6bLos soldados de juguete devienen el objeto fetiche por excelencia de aquél que juega a la guerra, soldados de plomo y de plástico son lo objetos perfectos para jugar a la batalla. Claro, todos en algún momento de nuestra infancia hemos jugado a la guerra. ¿Pero qué es lo que ocurre cuando aquél que juega a la guerra no es propiamente un niño sino aquél quien tiene a cargo un verdadero batallón de soldados de carne y hueso? Indudablemente la guerra se ha asumido como un verdadero juego. Desde las guerras donde las Centurias romanas (grupo conformado por cien soldados), se alineaban al capricho del César, como piezas fundamentales para la victoria sobre los bárbaros, hasta los juegos “pirotécnicos” que aparecían ante nuestra mirada perpleja, en la pantalla de nuestros televisores como puro simulacros de una guerra donde no hay imágenes de guerra, como en el primer conflicto armado del Golfo en los años noventa, pasando por el famoso desembarco de Normandía donde en su intento por alcanzar las líneas enemigas, perecieron miles de soldados. Por no citar sino esos grandes conflictos armados, así existan otros, como en nuestro país, donde la guerra deja de ser un simple juego, pues ya no hay ganadores ni perdedores, como en todo juego sino solamente perdedores, en nuestro caso la sociedad civil.

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Indudablemente las fotos de Mejía tienen esa virtud de revelar , precisamente lo complejo de los juegos de guerra. Sin embargo – y eso lo hablamos con él en varias ocasiones -, sus fotos extremadamente bien elaboradas, tienden hacia un punto bastante discutible y es ese esteticismo que puede sin duda convertirse en una especie de apología de la guerra. ¿La guerra es bella como lo afirmaba Marinetti en su manifiesto futurista? Claro esto, está lejos de las intenciones de Mejía, pero valdría la pena preguntarse ¿qué sucede cuando un tema como este, no solamente se muestra como algo “bello” sino también como algo lúdico? Los problemas que pueden surgir son bastantes, pero deberíamos pensar en la relación inmanente de la imagen de guerra vehiculada por los medios de comunicación y por las grandes empresas de cine como Hollywood , donde la guerra efectivamente deviene un juego en el sentido más banal del término. Por supuesto, lo que vemos no es sino un simulacro de una batalla, pero al mismo tiempo nos muestra la relación entre esa aparente ficción donde el juego puede devenir un asunto de realidad. Esta es la virtud de Marcelo Mejía en su trabajo en desarrollo que sin duda en el futuro dará mucho de que hablar.
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En el juego de la guerra, aquél que ocupe el territorio con mayor número de combatientes gana. Esto lo saben los Señores de la Guerra en nuestro país. La guerra nunca terminará en las actuales condiciones políticas y eso quizá es lo que se busca. Es como pensar un mundo sin enfermos: las grandes empresas farmacéuticas perderían sumas enormes de dinero. Más allá de mi vistazo pesimista, el arte una vez más logra revelar las contradicciones en las que estamos inmersos.

 

Ricardo Arcos-Palma.
Campinas-Brasil, Julio 20 del 2012.

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