Por: Fernando Pertuz
Fecha: abril 8, 2014
El robo del florero de Llorente
El símbolo que selló la revolución e independencia de un país ha sido robado en las últimas horas, el florero de Llorente ha desaparecido y fue remplazado por una totuma de chicha.
Volver a romper el florero de Llorente estrellándolo contra el piso podría ser un agravio contra la madre patria, pero encontrarlo como el símbolo de dicha Independencia es aún más irónico y desconcertante, pues poco o nada representa los ideales de una comunidad sometida a los designios de colonizadores o de gobiernos opresores. La totuma que dejaron es un llamado de atención y una apuesta a la reflexión de un país que aún depende de los intereses de otros. Nos han convocado a re-pensar la historia, la memoria, la democracia y la vida; nos han invitado a romper nuevamente el florero de Llorente, y nos han incitado a pensar en sueños de libertad, igualdad y sencillez, se ha retado al pasado y a nuestro tiempo para hacernos recapacitar en el valor que tienen los símbolos de libertad.
Las autoridades aún no saben cómo sucedieron los hechos, pero lo cierto es que así como la espada de bolívar desapareció y volvió, nunca sabremos si el florero es un original o una copia, nunca sabremos si el símbolo de la libertad e independencia está en manos del pueblo, del gobierno o de la mafia. Las cámaras de seguridad aún están siendo analizadas y las versiones corroboran que los asaltantes remplazaron el florero de Llorente por una totuma de chicha y bebieron de la misma en las instalaciones hasta altas horas de la noche. La policía ha ofrecido una recompensa para aquellos que den información sobre el paradero del florero, lo único que sabemos es que lo han ofrecido en venta a través de internet, al mejor postor, y al parecer existen muchos interesados en comprarlo.
Qué le espera a un país que le roban la libertad, la democracia o la revolución, qué esperamos los ciudadanos de las autoridades que no son capaces de proteger y mantener la libertad y el orden, y qué esperamos de compatriotas que roban y subastan nuestra patria.
En momentos cuando el voto del pueblo no vale, cuando las cortinas de humo se extienden cubriendo con un velo la realidad, y en tiempos donde la vida no vale nada, pues le pusieron precio a la muerte, un florero no tiene significado ni validez.
Las directivas del museo y de patrimonio han decidido dejar la totuma de chicha en el lugar del florero mientras las investigaciones continúan. Lo triste es que no existe un solo indicio de quién lo haya hurtado, testigos dicen que un señor de apellido Sierra es el directo responsable y principal sospechoso del hecho, pero hasta que las autoridades no den su versión de los hechos no podremos juzgar a nadie y es mejor hablar del presunto sospechoso.
Así como el robo de la espada de Bolívar, la desaparición del Florero de Llorente es una señal a un sistema, a un gobierno, a una nación. No podemos quedarnos callados ante tal hecho de barbarie y egoísmo, todos sabemos que es un símbolo que dice muy poco de la mayoría y que excluyó a quienes verdaderamente pensaron en la emancipación en esas chicherías que inspiraron a un pueblo a ser libre. Así como desaparecieron la chichería o la tienda de barrio con las disculpas de momento, la limpieza social comenzó con dispersarnos y alejarnos unos de otros evitando las conversaciones y reflexiones propias de momentos con amigos y vecinos.
Si un colombiano es capaz de retarnos, porque no todos somos capaces de construir el futuro a partir de realidades y no de símbolos franceses o españoles, si un ser humano nos dirige la mirada al pasado y la proyecta al futuro es porque sabe, que poco o nada nos representa ese símbolo, y que los ideales de libertad deben ser repensados inmediatamente.
Si todo un pueblo quiere la paz y está cansado de tanta violencia e injusticia, por qué esperamos a que se rompa nuevamente el florero, por qué callamos ante tanta masacre, violación, narcotráfico, paramilitares, guerrilleros, militares, políticos o policías corruptos; por qué nos convertimos en cómplices de todo aquello que nos oprime o exprime.
Todo esto parece más una intervención artística de uno de esos jóvenes irreverentes o conscientes de un mundo que le tocó vivir… pero no acepta. Si intervenir la historia es un proyecto de la casa del Florero, el Ministerio de Cultura y de la universidad de los Andes, ellos deben recapacitar sobre la responsabilidad que tienen dichos símbolos en la historia del país y del mundo. Remplazar la estatua de la libertad o el florero de Llorente carece de sentido si el fin no es pensar en para qué y por qué queremos ser libres, en esta aquí y en esta ahora. Si Sierra pensó y se arriesgó a herirnos en lo más profundo no podemos quedarnos ajenos al grito en silencio que nos asecha, no podemos seguir siendo indiferentes ante la responsabilidad que debemos asumir como hombres y mujeres sensibles, pensantes y capaces de cambiar el destino de esta humanidad. En nuestra mente quedará el recuerdo de este día donde un hombre se atrevió a hablar de libertad en medio de la guerra que le toco vivir.
En el manuscrito dejado junto a la urna que contiene la ¨Totuma de Chicha¨ dice: ¨ en esos mismos años las chicherías fueron un espacio de encuentro e intercambio; un lugar común entre indígenas, negros y criollos, donde los matices sociales y culturales de estos grupos humanos se fundían en torno a una bebida ancestral y al sueño de libertad e igualdad que anhelaban quienes allí se reunían; libertad que solo se hacía manifiesta cuando convocaban a una o varias totumas de chicha”.
“Cabe mencionar, además, que muchos historiadores que han investigado este fenómeno señalan que las chicherías fueron igualmente uno de los sitios más combatidos por la autoridades virreinales y republicanas, pues alrededor de ellas se construyó todo un estereotipo de maldad asociado a la subversión frente a los principios más arraigados en la sociedad pues, entre otras cosas, daban cabida al amor sin ataduras matrimoniales e incluso a la independencia económica femenina, pues eran las mujeres quienes administraban e incluso eran las propietarias de muchos de estos negocios.¨ Sierra Enciso.