Por: Director
Fecha: enero 12, 1916
El devenir On Line Para El Premio Nacional de Crítica
Volvemos a tener crítica de arte en Colombia. Esta es una crítica sin mecenazgo mercantil como aquel que caracterizó a la crítica de arte a partir de los años setenta
del siglo pasado. La crítica de arte se ha remozado y los artistas jóvenes se sienten bien con el fortalecimiento de su alter ego
. No obstante, y a pesar de su remozamiento, esta crítica aún es precaria, porque no da cuenta efectiva de la vida artística de nuestro país. Son muchos los artistas egresados de las facultades de arte de nuestras capitales que, con mucho esfuerzo y gran entusiasmo, muestran al público sus propuestas plásticas y visuales. Pero pasan sin pena ni gloria por los variados escenarios especializados. Pocos son los que se enteran de estos eventos–los amigos de facebook–, y nulos los ciudadanos y ciudadanas que traducen a palabras sus ideas estéticas. El artista contemporáneo sabe que la palabra legitima la obra plástica, que la saca del mundo de los objetos privados –para el consumo sensorial– y la introduce en la esfera de la libertad, aquel lugar en el cual hombres y mujeres interactúan en igualdad de condiciones para reafirmar una individualidad que sea garantía de solidaridad. La crítica polifónica que se ha ensayado con éxito en Esfera Pública debe fortalecerse para animar a otros actores que, curiosos, observan el resurgimiento de este fenómeno y esperan otras condiciones para participar.
Ahora bien, no es que las propuestas ignoradas de los artistas que luchan por salir al mundo de la libertad en la palabra, no merezcan un lugar en esta red de significados que salva al artista del canto de las sirenas metálicas. Este no es el problema. No es un asunto estético, es de políticas culturales que orienten con claridad a los protagonistas de la vida artística de nuestro país: los artistas. Sabemos que los significados elaborados por la crítica condicionan el lugar del pensamiento artístico que va surgiendo en medio de las obviedades decorativas que pueblan nuestras calles ideologizadas en verde-corazón y que se han consolidado como obras de arte en el imaginario colectivo de la ciudadanía bogotana; lo condicionan en el mejor de los sentidos, en el sentido de señalar un lugar fértil en la árida Feria de Vanidades de nuestra época. El problema es que muchos jóvenes talentos no logran este último reconocimiento, quizá el más fundamental en la vida profesional de un artista. Pienso en Andrés Bustamante quién presentó una propuesta sugestiva en la Sala Alterna de la Galería Santa Fe, simultáneamente con Fernando Pertuz. No hay estímulos estatales efectivos para que la actividad crítica cristalice el pensamiento del artista joven que guerrea día tras día en nuestra ciudad; sus esfuerzos se evaporan en medio de la indiferencia de la ciudad desmesura, la pedantemente indiferente. La crítica de arte que atiende la convocaoria del Premio Nacional tiene una gran debilidad: con frecuencia se interesa por artistas que han superado con éxito las etapas fundamentales de su carrera. Es una debilidad cómoda, por supuesto.
Es reconfortante observar cómo el Premio Nacional de Crítica más importante del país, registra cada año un aumento considerable de los interesados en mostrarnos sus destrezas hermenéuticas y críticas. Esto es un excelente indicador para tener en cuenta en el momento de evaluar la pertinencia de este estímulo en las actuales circunstancias culturales y sociales del país. En efecto, tengo una objeción. Los aspirantes a esta distinción estatal realizan su participación anualmente, presumiblemente más con interés económico que estético. En los mejores casos, pues existen notables excepciones, escriben crítica de arte emulando al padre de familia que juega fútbol los domingos con sus hijos pequeños, por cumplirles y quedar bien con la madre de los niños. Además, quienes escriben lo hacen sobre acontecimientos que ya han perdido todo su lustre, todos sus colores. Lo relevante en la crítica de arte es que se acerca a su objeto de poesía cuando el pensamiento está en primavera, cuando vida y pensamiento son una y la misma actividad, a diferencia de la filosofía e historia que lo hacen cuando el pensamiento afronta penosos inviernos, cuando el pensamiento se confronta consigo mismo y se deshace de la vida para satisfacer su ansía de sublime. Cuando la poesía artística pierde su lozanía y juventud deviene filosofía, la actividad humana más solipsista, aburrida y pretensiosa del mundo. Por eso la primera es apasionada, desinteresada pero interesada en mejorar permanentemente al homre y la mujer, mientras la última no cesa de ser amanerada e interesada, en sí misma. Algunas propuestas de arte contemporáneo pecan por este amaneramiento; son pocas las que se destacan por su apasionamiento.
Pese a que ha sido manejado con pulcritud, transparencia y eficiencia, algo debe acontecer con el Premio de Crítica de Arte a muy corto plazo. El mundo on line le hace permanentemente guiños inequívocos y significativos, que los coordinadores del Premio se han negado a ver, hasta ahora. Es necesario que el Ministerio de Cultura y la Universidad de los Andes convoquen una reunión extraordinaria que tenga un solo punto en la agenda: replantear el procedimiento mediante el cual se otorga este estímulo que ha sacado a la crítica de arte de su ostracismo infame. Los coordinadores del Premio tienen oído fino y la perspicacia de leer Esfera Pública, por eso no dudo de que sabrán propiciar este encuentro y satisfacer las demandas de la ciudadanía que los aprecia y quiere en esos cargos administrativos.
El Premio Nacional de Crítica de Arte ya ha agotado hace tiempo su primera fase; Juan Carlos Guerrero, ganador del Premio Nacional de Crítica de Arte 2007, la denomina la fase pedagógica. Estoy de acuerdo con él. Es necesario introducir algunas mejoras. ¿Debemos conformarnos con un estímulo otorgado a quienes sólo les interesa la crítica para navidad y como aguinaldo estatal? No lo creo. Al contrario. Debemos repensar cómo debe circular la crítica de arte en Colombia, o considerar si, simplemente, no debe circular como acontece con los productos –algunas veces monumentales, en otras minimalistas– que se han premiado en esta fase pedagógica, tanto nacional como localmente. En verdad se ha abusado de esta pedagogía paternalista, en algunos casos se ha sido muy generoso, en otros, dadivoso. No viene al caso mirar estas pequeñas cosas con el telescopio de la crítica. Basta señalar que poco aporta a nuestra comprensión simular la toga con que se investía en el pasado la crítica de arte, ni la toga ni la simulación le quedan bien a una época tan menesterosa como la nuestra.
Ahora, ¿debe circular la crítica extemporáneamente, o por el contrario, debe iluminar con humildad los días arduos en que las obras de los artistas son más vulnerables? Los críticos de arte que creen en el arte –existen los que lo instrumentalizan– deben reconfigurar los procedimientos de que se valen para hacer circular sus ideas, deben escribir más periódicamente en medios al alcance de la ciudadanía para que su pensamiento tenga legitimidad en la comunidad artística. El Premio actual debe permanecer pero desdoblado como estímulo a jóvenes talentos, ensayistas menores de 25 años, y en los mismos términos que regulan el actual, aunque los textos que se elaboren deben tener menor extensión. Pienso que debe desdoblarse en tres estímulos.
Paralelamente, solicito al Ministerio de Cultura la creación de un premio que estimule las prácticas críticas efectivas en el campo artístico colombiano, que anime las participaciones que acompañan día a día, la obra de los artistas que logran salir a los escenarios de nuestra ciudad. Propongo que Esfera Pública, con el aval de Jaime Iregui, sea la plataforma que dinamice la circulación de esta remozada crítica de arte. Sucede algo en Esfera, se mueve algo, los artistas jóvenes hablan de lo que allí se debate y esto es importante para configurar la autoestima de nuestras prácticas artísticas, diezmadas por la injerencia ilegítima y desmedida del encanto que tiene el vil metal para nuestra época. Es cierto, quizá la exploración de esta alternativa virtual sólo sea un fenómeno bogotano. No obstante, es susceptible de extenderse a otros territorios. Sólo encontrando un medio democrático de interacción eficaz, la crítica de arte tendrá impacto efectivo en el pensamiento de los artistas nacionales; no sólo en la formación ciudadana, sino principalmente en la del artista. Jaime: ¿es viable un blog con este propósito en convenio con el Ministerio de Cultura y la Universidad de los Andes? ¿El costo de la publicación actual del Premio, la cual aporta muy poco al medio artístico, no puede orientarse para hacer efectiva esta propuesta?
La modalidad de crítica que propongo tendría otras reglas de juego. La amplitud de los textos serían diferentes y la distinción anual sería otorgada por un comité que elegiría el ganador, seleccionándolo de un grupo de nominados, los cuales pueden ser propuestos por algunas instituciones o personas naturales que sigan las intervenciones de los interesados en realizar crítica de arte.
En las condiciones actuales, ¿quién se atreve, de un jalón, a leer los cuarenta y tantos ensayos que son enviados anualmente a la Universidad de los Andes, sede del premio? ¿Los ensayos de crítica de arte son escritos para suplicio de los jurados contratados o para la ciudadanía que requiere formación y orientación oportuna a este respecto? En la actualidad, una vez publicados los resultados, a lo sumo leemos los tres finalistas. Otros, chapucean algunos párrafos del ensayo ganador. Dicho en otras palabras, el Premio Nacional de Crítica de Arte comienza a perder importancia efectiva en el medio artístico, el lugar que le otorga su legitimidad; es el momento de realizar una pausa y replantear algunas cosas. Con la participación de los artistas y la ciudadanía en general, es el momento de pasar a la siguiente etapa del renacer de la crítica de arte en Colombia.
Finalmente, la Alcaldía de Bogotá y el Ministerio de Cultura deben sacar los premios de crítica de arte de los conciliábulos palaciegos. Son frecuentes las quejas de pasillo en torno a algunos estímulos estatales a esta modalidad artística. Algunos sospechan que de cuando en vez algún Job entra a Palacio por el Garaje sin ser registrado en las minutas de control. Si nuestra Corte Suprema de Justicia tuvo la audacia de devolver la dichosa terna para Fiscal General de la Nación, porque apenas llena las formalidades de ley, la comunidad artística de Bogotá debe considerar rechazar este estímulo en las circunstancias actuales, porque con dificultad cumple con algunas formalidades literarias.
Los diseñadores de los criterios para evaluar las participaciones en el Premio Nacional de Crítica de Arte deben pensar en serio el indicador de impacto del aporte crítico al campo artístico. El problema aquí esbozado, puede dar origen a un proyecto de investigación en artes: ¿cuál ha sido el impacto efectivo del Premio Nacional de Crítica de Arte en el medio artístico colombiano? Podríamos partir de la siguiente hipótesis: el Premio Nacional de Crítica de Arte ha sido un proyecto pedagógico importante para la reactivación de la crítica de arte en Colombia sin que haya logrado aportes significativos y efectivos para el quehacer de los artistas plásticos y visuales de nuestro país.
Llamo aporte efectivo al campo artístico a los análisis que realizó Gina Panzarowsky sobre Alcuadrado y a los informes sobre la tensión épica entre la Casa Mambo y la Casa Luis Ángel Arango, publicados generosamente en Esfera Pública. Llamo aporte efectivo a las ideas que nos ayudan a comprender mejor la opacidad oprobiosa de nuestra contemporaneidad artística en Colombia. Por estas razones, nomino a la señorita Panzarowsky para el Premio Nacional de Crítica de Arte 2010. Gina, lo digo muy en serio. Por supuesto, esta propuesta en sólo una entre las muchas que se pueden considerar y debatir.
POSDATA AL INSTITUTO HEMISFÉRICO
Ignoro cómo terminó la participación de los artistas que contribuyeron a la puesta en escena del VII Encuentro de Performance y Política realizado en la Universidad Nacional. La participación de los estudiantes de las Facultad de Artes-Asab de la Universidad Distrital en el evento fue muy provechosa para su formación, no obstante, fue un poco frustrante. A pesar del esfuerzo personal que realizó cada uno de los participantes y del esfuerzo económico realizado por la Universidad para apoyar las iniciativas de sus estudiantes, la coordinadora general del evento, la señora Adriana Mejía, se ha negado a cumplir la promesa de expedirles una constancia de participación, documento quizá insustancial para la Organización, pero muy significativo para un joven entusiasta que se aventura a explorar el mundo de las artes, ignorando que éste con frecuencia es instrumentalizado por el Poder. Los estudiantes sólo querían que les creyeran en sus casas que participaron en estas acciones plásticas. Tres meses han pasado ya de transcurrido el evento y sólo han encontrado evasivas a este respecto por parte de la señora Mejía. ¡Vaya responsabilidad! ¿Los amigos de la Universidad Nacional no pueden hacer algo al respecto? Aprovecho este espacio para felicitar a los estudiantes por el entusiasmo con que trabajaron desinteresadamente para este evento. Finalmente, el indicador de progreso moral, creía Kant, es el entusiasmo que mostramos cuando algún acontecimiento congrega y conmueve a un grupo de seres para develarles su condición de humanidad. Bástenos saber que hemos progresado moralmente.