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Un viernes en el Café San Moritz

Fue como si al pasar aquel viejo portal colonial viajara repentinamente al pasado,  aquellas sillas y mesas, que no son tan usuales para mi reflejaban otros tiempos de aquel lugar, mi olfato invadido por diversos olores,  el más fuerte el de orina revuelto con eucalipto, mi sentido olfativo con el pasar del tiempo se acostumbra y casi se me hace imperceptible aquel olor. Siguiente paso: ubicamos una mesa mis compañeros y yo, nos sentamos, pedimos cerveza  y comenzamos a hablar de nuestro cotidiano vivir, sin dejar de lado el hecho de encontrarnos en aquel lugar. Por mi parte, comienzo a hacer una exploración visual de aquel peculiar sitio, en las paredes fotografías de antaño de la Ciudad  vislumbrando cómo era Bogotá  cuando era de los bogotanos. Las luces a esa hora, lejos estaban de ser a las que ya estoy acostumbrado, a aquellas blancas fluorescentes, en vez  de estas, unos bombillos convencionales, de esos de filamentos  que ofrecen una luz amarilla cálida, en verdad me hacían sentir en otro tiempo. Entre la conversa que sostenía con mis compañeros, hablábamos  de aquel sitio, nos preguntábamos en cuál de esas sillas se habría sentado Gaitán, acerca de qué personajes ilustres habrían llegado hasta allí, a tomarse un tinto o una cerveza,  a charlar de la problemática del país, a señalar quiénes serían godos o conservadores, a hacer lo que nosotros estábamos haciendo, exponiendo con una cerveza nuestras anécdotas y puntos de vista acerca de la diversas situaciones en las que nos vemos inmersos.

Sentados  en aquella mesa, pensábamos en la razón del porqué estábamos allí, y era la de indagar sobre aquel sitio. Seguimos observando, en la música  de fondo  suenan los temas de Rocío Durcal  y después de ella, otros temas en bolero que la verdad no sabría el título de la canción y de quien la cantaba, pero con la total certeza de que en ningún momento sonaría uno de tantos reguetones, que  en contra de mi voluntad he escuchado.

En el ejercicio de observar, veo como dos hombres de no tan madura edad se sienta en un rincón , en una de las mesas del fondo, piden dos cervezas y comienzan un dialogo. Quizá lo peculiar  de aquella escena es que la charla que sostienen se torna un tanto romántica, pues  comienzan a  tomarse de las manos; miro a mi alrededor y esto no parece importarle a nadie; en las otras mesas, jóvenes quizás universitarios conversaban animadamente, lo digo por el día y por el sitio, pues era viernes 7 P.M.  Jóvenes de las diferentes universidades del sector, estos al igual que nosotros charlaban  despreocupadamente al vaivén de música antigua, bebiendo de sus respectivas botellas. En la actualidad se ven por igual tanto hombres como mujeres. Es oportuno preguntar como antesala a una investigación artística: ¿qué tanta afluencia de público femenino tendría este sitio es sus buenos tiempos en los años treinta del siglo XX? O, ¿cómo se vería a una dama  que toma cerveza junto a los hombres en aquella época? En ese entonces, no sé, pero ahora es normal. En otras mesas se ubican caballeros, ya de edad, que pienso quizás alcanzaron a ver en todo su esplendor a este lugar, de vestimentas grises y negras, de modos más recatados.

Pensando en aquel lugar, no dejo de llevar mi mirada de un sitio al otro, y pienso en  quizás lo afortunado que fue al sobrevivir al 9 de Abril de 1948, el tan famoso Bogotazo. Y entre tanto observar, me percato de que tres señores de no muy avanzada edad llevan rato mirándonos, que pasamos de ser observadores a ser observados, nos preguntamos qué cosas pasarán por sus mentes, Comenzamos un contacto visual, quizás un coqueteo, pero de allí no pasa, especulamos acerca de ellos, mientras nos terminamos la segunda cerveza de la noche. Quizá  por vernos expuestos  a no se sabe  qué, decidimos pagar lo que consumimos y salir del lugar.

Ya a la salida del sitio, ubicamos a un vendedor ambulante para comprar un cigarro, la compra de este se convierte en una corta conversación, donde este personaje nos da algunos indicios de lo que era este Café unos años atrás; al ser tarde la charla fue breve, pero con el compromiso de volver a contactarnos para indagar y escuchar las historias que pueden surgir  de este sitio y que aún no han sido escuchadas, y si lo fueron, nosotros queremos documentarlas.

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