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Las premoniciones de Camilo Bojacá

Desde el 2 de noviembre se presenta en Espacio 101 la exposición Premoniciones espaciales del artista Camilo Bojacá, un proyecto que obtuvo una de las becas de circulación de la galería Santa Fé en espacios alternativos.

Ubicado en el antiguo centro comercial Nutabes, Espacio 101 es una propuesta poco conocida por estar actualmente en una locación no muy común para los circuitos artísticos bogotanos, pero cuenta con un espacio interesante para las intervenciones de los artistas.
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Premoniciones espaciales es una continuación coherente del trabajo de Camilo Bojacá, quien ya ha comenzado a figurar en diferentes exposiciones de arte joven donde se ha destacado por sus rigurosos dibujos de ciudades imposibles (Babel) y por trabajos en los cuales reflexiona sobre el mismo dibujo como forma de expresión del artista. Su proyecto reúne entre sus trabajos ambas preocupaciones, aunque prima en estos, como un objetivo capital de su obra, una introspección en el quehacer del dibujante y el lápiz como contenedor de la línea.
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En cierta medida, Camilo Bojacá suma su nombre al de esos artistas que han intervenido el objeto-lápiz en sus obras, pero a diferencia de la sudafricana Jennifer Maestre y el colombiano Federico Uribe (asiduo expositor de Artbo), Bojacá no trabaja el objeto como un elemento modular para crear una estructura; su trabajo es mucho mas profundo que esto, pues ni siquiera busca ser un planteamiento escultórico para descrestar al espectador con castillos hechos en naipes, sino que se trata de ideas materializadas sobre el oficio del dibujante. El lápiz es utilizado como materia plástica que habla de sí misma y de su capacidad de encerrar un dibujo siendo a  su vez activado por un creador. Así, Bojacá como en los ciclos y paradojas de M.C. Escher (muy especialmente recordando la mano que se dibuja a si misma dibujando), construye dos lápices enfrentados y unidos de la misma mina, como un reflejo el uno del otro, posiblemente creando el uno al otro a su imagen y semejanza como el encuentro de los índices de Adán y Dios en el techo de la Sixtina.
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No es del todo exagerada –aunque sí un poco caprichosa- la referencia religiosa de estos trabajos. Después de todo, la reflexión de Bojacá gira en torno al acto creador. Por eso en sus más afortunadas obras un lápiz real surge de entre las nubes dibujadas para borrar o diseñar el mundo figurativo representado por el artista. Las acciones de borrar y trazar una línea son las problemáticas que se exponen al recurrir al lápiz como tema, muy especialmente cuando estas dos acciones -aparentemente contrarias por su esencia y opuestas en cada extremo del lápiz- son ambas los procesos de los que dispone un dibujante para su oficio. Cuando el lápiz surge escondiéndose entre las nubes se recurre a una simpática presencia divina que se encarga de corregir o reafirmar un mundo para que este sea ideal.
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Estos trabajos insisten en el lápiz como contenedor del dibujo, pero prescinden del papel del artista, es decir que el autor se diluye y se supedita a la herramienta que materializa la idea en su cabeza. Es de ahí que surge el título de la exposición, pues se plantea el dibujo como una proyección mental que en el trayecto entre la mano del artista y el medio empleado para representarlo se augura como una premonición. El artista lo profetiza antes de que este suceda.
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Nuevamente recordando a Escher, estos trabajos parecieran tener un tímido interés matemático puesto que Bojacá hace énfasis en la  dualidad que plantea el popular lápiz Mirado 2: borrar de un extremo y crear líneas del otro, lo cual es igual a sustraer materia y añadirle al espacio.  Digo tímido porque  a pesar de hacer conciencia de esta circunstancia, el artista le da mayor énfasis a las líneas que a los espacios vacíos. Sin embargo, cuando la mina es encerrada entre dos extremos de borrador se esta negando la posibilidad de que la línea salga. De esta forma se reitera al lápiz como contenedor, o como paréntesis dentro del cual habita un conjunto de elementos infinito: (?).  Así como se insinúa el vacío a manera de elemento constitutivo del dibujo (como para John Cage el silencio en la música), por otro lado se propone como punto de partida del acto creador: en uno de los dibujos el lápiz explota violentamente desde su interior como si las capacidades del contenedor de dibujos no pudieran seguir estando limitadas, como un Big Bang, el acto creador por antonomasia. Después de todo la infinitud del universo y la paradoja de surgir de un punto infinitamente minúsculo es en esencia el mismo inicio de un dibujo que se expande por el espacio.
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Presentar el dibujo de esta manera es como librarse de la responsabilidad de ser autor, Bojacá se postula solamente como un vehículo que posibilita la ejecución de sus propias premoniciones. En trabajos anteriores como la serie de Babel, las construcciones arquitectónicas eran ejecutadas por pequeños obreros que cargaban sendos lápices. Las animaciones acá presentadas vuelven a ser protagonizadas por los mismos personajes (nuevamente en una iterancia infinita), aludiendo coherentemente con el resto de trabajos en el quehacer del dibujante y en la construcción de la imagen. En otra de estas animaciones, el dibujo se piensa a si mismo como si fuera un ciclo mas de Escher, este a su vez inspirado por Las ruinas circulares de Jorge Luis Borges, un cuento que funciona como metáfora sobre el creador y el creado en un loop infinito, historia que acontece curiosamente en una arquitectura también escheriana.

La muestra de Bojacá estuvo acompañada de un conversatorio con el artista Juan Fernando Cáceres  donde la perspectiva de otro dibujante frente al problema del punto y la línea expandiéndose en el espacio planteó una interesante discusión con los asistentes y con el mismo Bojacá. Con menos de dos semanas de exhibición en Espacio 101, Premoniciones espaciales estará abierta hasta el próximo jueves 15 de noviembre, cuando se despedirá la desafortunadamente breve muestra en un evento especial de cierre.

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