fbpx

¿Acaso el Estado tiene que patrocinar Salones Nacionales? ¿Para qué?

Apreciado Ricardo Arcos-Palma: ahora entiendo mejor su idea y estoy de acuerdo: el progresismo duchampista y sus variantes feministas, culturalistas, antipatriarcales, etc, representan en realidad el ala más conservadora y reaccionaria de la cultura, puesto que responden al mantenimiento del statu quo y a la hegemonía de validación estatal del arte “contemporáneo”. Buen ejemplo de ello es precisamente el Salón Nacional de artistas, viva muestra de las perspectivas más retrogradas del pensamiento artístico.

En ese sentido, resulta evidente que el supuesto progresismo reflejado en la hegemonía del arte conceptual (aun hoy en día) en esa clase de eventos públicos, responde a un programa claro y escalonado de destrucción cultural generalizada, basado en la evolución darwinista, es decir basado en las ideas biológicas de evolución que los nazis pretendían aplicar al constructo social y al progreso en la transformación de las ideas.

Por lo mismo, los dogmas que busca imponer el supuesto “progresismo” desde el control de la legitimidad de “lo contemporáneo” en el arte a partir del control de las instituciones de validación estatal (academia, museos) muestra bien que estamos paradójicamente frente a un conservadurismo extremo que recurre a la instrumentalización constante de lo “nuevo” y del arquetipo del joven rebelde para imponer su producción de miseria económica e intelectual por todas partes.

¿Acaso el Estado tiene que patrocinar Salones Nacionales? ¿Para qué? ¿Para que la aristocracia del duchampismo siga succionando y enriqueciéndose a partir de la teta pública?¿Debemos continuar con un sistema de migajas para el joven artista raso que sigue ciegamente los dogmas impuestos por las generaciones pasadas del duchampismo, es decir por los viejos profesores que sin saber hacer mayor cosa viven como grandes burgueses estilo Luis Canmitser?

Sobra decir que miles y miles de artistas conceptuales salen de la universidad a la calle, salen al desempleo cada semestre y se enfrentan al hambre cuando no se han convertido ya en furiosos energúmenos demandando derechos civiles a nombre de las causas de la libre expresión. Entre ellos, algunos tipo A. Azcona terminan haciendo negocio por medio de hacer escándalo y ejerciendo violencia simbólica constante contra comunidades vulnerables, demostrando el nivel de cultura del Duchampismo.

Sin embargo, tenemos la esperanza de que este proceso haya llegado a su punto de inflexión hoy por una parte en la política continental con el cambio de gobierno en la Argentina, y por otra parte en el terreno profesional de la plástica del continente a partir de nuevas perspectivas que buscan una revisión de los conceptos básicos de la construcción de la imagen artística teniendo como base un verdadero rigor y conocimientos profesionales. No obstante, muchos artistas que saben de creación de imagen lo mismo que un médico o que un odontólogo, es decir para crear imágenes tan solo manejan bases rústicas y rudimentarias, disimulan con ocurrencias y patéticos discursos a la moda su incompetencia y se mantienen al asecho de los dictámenes hegemónicos del Salón Nacional y de sus sacerdotes duchampistas para ver si les sueltan migajas. Ante tal patetismo renace la fuerza de lo obvio: el arte de una civilización no se construye con discursos supuestamente progresistas sino con técnicas y procesos altamente calificados.

Deja un comentario

Ingresar con: