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Pánico estético y totalitarismo bufo: exposición en la Fundación Gilberto Álzate Avendaño.

La exposición Pánico y Totalitarismo, en la Fundación Gilberto Álzate Avendaño, es uno de los premios que Ricardo Moreno recibe como ganador del II Salón de Arte Joven, en 2017. Se trata de una puesta en escena para una lente que es desbordada por la realidad y se refugia en la imaginación. Moreno recurre a un juego bufo sin reglas evidentes, entre unas figuras populares y un concepto de filosofía política. 

A primera vista se nota que hay algunos avances con respecto a la propuesta de Moreno para el Salón de Arte Joven, una video performance, densa, de difícil lectura y mediada por un exceso de discurso historicista. Se aprecia un avance no solo porque la instalación está mejor pensada y las ideas fluyen en los espacios menos artificiosamente y sin las agotadoras mediaciones discursivistas propias del arte contemporáneo. Principalmente, mejora el anterior ejercicio porque las imágenes desplegadas invitan a pensar lo común-local-popular-real, aquello que a su pesar comparten locaciones de tres metrópolis que han sido modeladas a golpes de pánico: Berlín, Bogotá y Medellín. Germania se constituye en el referente paradigmático de esta estética del pánico psicológico y social.

En lo personal, la propuesta es arriesgada, debido a la actual coyuntura política por la cual Colombia atraviesa. Hoy más que nunca. Sin embargo, Moreno tiene claro que pese a unos clichés deliberados expuestos sin pudor estético y a una estética casi panfletaria, su escritura es artística. En efecto, los espacios del arte sirven de pararrayos a propuestas como Pánico y Totalitarismo, por más ingenuas que sean; quizá precisamente por ello mismo. Moreno activa milenarias estrategias literarias como  la parodia y la sátira para salir al encuentro de una realidad tan apabullante como la colombiana. Exploradas durante el II Salón de Arte Joven,  estas herramientas críticas con los totalitarismos le permiten no solo realizar una perlaboración bufa de un problema político muy complejo y delicado. Principalmente, esta estrategia narrativa le permite desviar la atención crítica que el totalitarismo recibe, hacia lo que Moreno intuye es su fundamento subjetivo: el pánico. La debilidad del carácter psicológico y social es uno de los signos de nuestro tiempo.

Las imágenes que se recogen en Pánico al Totalitarismo perlaboran la experiencia del artista en ciudades tan semejantes y disímiles como los son Berlín, Bogotá y Medellín. Piensan los mitos urbanos en que se resguardan los habitantes de cada una de ellas.  Relacionan arquitecturas grandilocuentes que apabullan y silencian la riqueza visual y sonora que se articula en los lenguajes cotidianos de estas ciudades.  Exploran diálogos prolíficos con disciplinas artísticas abiertas a experienciar modos de ser otros y a experimentar otras maneras de producir imágenes e interpelar aquello que se nos construye como realidad, aquello que permitimos se avale como realidad. 

Moreno escribe un relato con dos personajes que quizá rememoran antiguas fantasías infantiles: Capitán Berlín y la Chica Medallo. Es relevante que el artista piense en términos de relato, pues, con la escritura se activa la olvidada inquietud por la historia como eje central en toda apuesta artística. En su querella en contra de las tradiciones estéticas, ciegos a lo real, los artistas modernos descuidan esta exigencia clásica; y sordos a los llamados de la lengua, los artistas contemporáneos se olvidan de ella. La historia es la esencia del arte, dice Aristóteles. Sin embargo, hoy todo es instalación, escenario, efectos de luces y sonoros, algo prescindible, según plantea el filósofo griego en su Poética. 

La idea de inventar un personaje que es anti-héroe es interesante. Lejos está Moreno de las propuestas recientes del anti-monumento, pero cabe preguntar: ¿quién se encarna en este personaje bufo que es el Capitán Berlín? ¿El artista contemporáneo ansioso de realidad gratuita, simbolizada velozmente y a muy bajo costo para la imaginación? ¿La pedantería del artista político, un tanto pasado de kilos por su consumo excesivo de calorías teóricas? ¿El ciudadano indiferente que no quiere hacerse cargo de su responsabilidad ciudadana y solo vocifera derechos sin asumir ninguna responsabilidad política? 

Pánico al Totalitarismo detona muchas asociaciones, así sea débilmente. Toda exploración artística se pone a prueba en la activación política y social de la imaginación colectiva. Sin embargo, se siente en las imágenes el peso visual de la propuesta performática de Óscar Salamanca y Luís Fernando Arango, inclusive, aunque un poco más de lejos, la apuesta de Juan Fernando Cáceres. Salsita, SúperBank y Maladrés quedamente hacen mella en las imágenes de Moreno. Especialmente, se nota el efecto cuando el visitante  se localiza dentro del horizonte de la forma, que, en estricto sentido, se constituye en el espacio que hace de algo una propuesta artística. A futuro, Moreno planea mejorar las situaciones y los diálogos con el Capitán Berlín (así este último se la pase borracho) y la intrépida Chica Medallo. Sin embargo, debe procurar diferenciar sus personajes de manera más clara de Salsita, SúperBank y  Maladrés,  o incorporarlos a su escritura como interlocutores legítimos. No puede dejarlos así no más en la sombra. Ahora bien, la idea de un héroe borrachín es muy potente, muy acorde con el sopor que unos padecen y al pesimismo que a otros roe el pensamiento. Esta imagen narcótica constituye otra de las señales de nuestros tiempos.

 

Pese a los referentes políticos explícitos del siglo XX, hay que notar que aquello que centra las ideas del artista es el pánico. Hacemos parte de una sociedad del pánico: débil de carácter, medrosa, temerosa, vengativa, adicta a todo tipo de sustancias, predispuesta a ejecutar venganzas irracionales, poco ilustrada; y por todo esto, muy fácil de manipular, engañar, silenciar o suprimir. 

La propuesta de Ricardo Moreno es novedosa en este sentido: lo inquietante de nuestra época es la fábrica de sujetos proclives al pánico. El totalitarismo viene por añadidura.

Entrevista con Ricardo Moreno:

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