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Judith Butler escribe acerca de las agresiones de las cuales fue objeto durante su reciente visita a Brasil

La filósofa relata los ataques que sufrió, explica en qué consiste el enfoque de género y trata de comprender el odio dirigido a un pensamiento que defiende la dignidad y los derechos sexuales, que condena la violencia contra las mujeres y las personas trans, entre otras comunidades en riesgo permanente.

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Desde el comienzo, la oposición a mi presencia en Brasil estuvo envuelta en una fantasía. Un petitorio pedía al Sesc Pompeia que cancelera una charla que yo no iba a dar. La charla imaginaria, al parecer, iba a ser sobre “género”, a pesar de que el seminario planeado haya sido dedicado al tema “Los fines de la democracia”.

O sea, había desde el inicio una charla imaginada en lugar de un seminario real, y la idea de que yo iba a hacer una presentación, a pesar de que en la realidad yo estaba organizando un evento internacional sobre populismo, autoritarismo y la actual preocupación de que la democracia esté bajo ataque.

No sé realmente qué poder le fue otorgado a la charla sobre género imaginada que yo daría. Debe haber sido una charla muy poderosa, ya que, aparentemente, ésta amenazó a la familia, la moral y hasta a la nación. Para aquellos que se opusieron a mi presencia en Brasil, “Judith Butler” significaba la proponente de una ideología de género, la supuesta fundadora de este punto de vista absurdo y nefasto, alguien aparentemente que no cree en restricciones sexuales, cuya teoría destruye enseñamientos bíblicos y responde hechos científicos. ¿Como sucede todo esto y qué significa?

 

LA TEORÍA

 

Consideremos lo que yo de hecho escribí y en lo que de hecho creo y comparemos eso con la ficción interesante y nociva que dejó tanta gente alarmada. En el final de 1989, casi treinta años atrás, publiqué un libro titulado “Problemas de Género” (lanzado en portugués en el 2003 como “Problemas de Género: Feminismo y Subversión de la Identidad”, Civilización Brasilera), en el cual propuse una descripción del carácter performativo del género. ¿Qué es lo que significa esto?

A cada uno de nosotros, nos es atribuido un género en el nacimiento, lo cual significa que somos nombrados de ciertas maneras por parte de nuestros padres y por las instituciones sociales. A veces, con la atribución del género, un conjunto de expectativas es transmitido: esta es una nena, entonces ella, cuando crece, asume el papel tradicional de la mujer en la familia y en el trabajo; este es un nene, entonces él asumirá una posición previsible en la sociedad como hombre. Aunque, muchas personas sufren dificultades con su atribución —son personas que no quieren atender aquellas expectativas— y la percepción que tienen de sí mismas difiere de la atribución social que les fue dada.

La duda surge con esta situación y la siguiente pregunta: ¿en qué medida jóvenes y adultos son libres para construir el significado de su atribución de género? Ellas nacen en la sociedad, pero también son actores sociales y pueden trabajar dentro de las normas sociales para moldear sus vidas de manera que sean más vivibles. Y las instituciones sociales, incluyendo instituciones religiosas, escuelas y servicios sociales y psicológicos, también deberían tener capacidad de apoyar a estas personas en su proceso de descubrir cómo vivir mejor con su cuerpo, buscar realizar sus deseos y crear relaciones que les sean provechosas. Algunas personas viven en paz con el género que les fue atribuido, pero otras sufren cuando son obligadas a conformarse con normas sociales que anulan el sentido más profundo de quién son y quién desean ser. Para estas personas es una necesidad urgente crear las condiciones para una vida posible de vivir.

 

LIBERTAD Y NATURALEZA

 

Así, en primer lugar y por encima de todo, “Problemas de Género” busca afirmar la complejidad de nuestros deseos e identificaciones de género y juntar aquellos integrantes del movimiento LGBTQ moderno que creían que una de las libertades fundamentales que necesitan ser respetadas, es la libertad de expresión de género. ¿El libro negó la existencia de una diferencia natural entre los sexos? De ninguna manera, aunque destaque la existencia de paradigmas científicos divergentes para determinar las diferencias entre los sexos y observe que algunos cuerpos poseen atributos mixtos que dificultan su clasificación.

También afirmé que la sexualidad humana asume formas diferentes y que no debemos presumir que el hecho de saber el género de una persona nos da cualquier pista sobre su orientación sexual. Un hombre masculino puede ser heterosexual o gay, y el mismo raciocinio se aplica a una mujer masculina.

Nuestras ideas de masculino y femenino varían de acuerdo con la cultura, y esos términos no poseen significados fijos. Ellos son las dimensiones culturales de nuestras vidas que asumen formas diferentes y renovadas en el correr de la historia y, como actores históricos, nosotros tenemos alguna libertad para determinar esos significados. Pero el objetivo de esta teoría era generar más libertad y aceptación para la gama amplia de identificaciones de género y deseos que constituyen nuestra complejidad como seres humanos. Este trabajo, y mucho de lo que desarrollé después, también fue dedicado a la crítica y a la condenación de la violencia y de las violencias corporales.

Además de esto, la libertad de buscar una expresión de género o de vivir como lesbiana, gay, bisexual, trans o queer (esta lista no es exhaustiva) sólo puede ser garantizada en una sociedad que se rehúsa a aceptar la violencia contra mujeres y personas trans, que se rehúsa a aceptar la discriminación con base en el género y que se rehúsa a transformar en enfermos y degradar a las personas que abrazan estas categorías en el instinto de vivir una vida más vivible, con más dignidad, alegría y libertad. Mi compromiso es oponerme a las ofensas que disminuyan las oportunidades de alguien para vivir con alegría y dignidad. Así, estoy inequívocamente en contra de la violación, el acoso y la violencia sexual y contra todas las formas de explotación de niños.

Libertad no es —nunca es — la libertad de hacer el mal. Si una acción hace mal a otra persona o la priva de su libertad, esa acción no puede ser calificada como libre —ella se transforma en una acción dañina.

 

VIOLENCIA DE GÉNERO

 

De hecho, algo que me preocupa es la frecuencia con que personas que no se encuadran en las normas de género y en las expectativas heterosexuales son acosadas, agredidas y asesinadas. Las estadísticas sobre femicidio ilustran el punto. Mujeres que no son suficientemente subordinadas son obligadas a pagar por eso con la vida.

Personas trans y travestis que desean la libertad de moverse en el mundo público como son y desean ser, sufren frecuentemente ataques físicos. Madres corren el riesgo de perder a sus hijos si ellos salen del closet, muchas personas todavía pierden sus empleos y la relación con sus familiares cuando salen del closet. El sufrimiento social y psicológico derivado del ostracismo y condenación social es enorme.

La injusticia radical del femicidio debería ser universalmente condenada, y las transformaciones sociales profundas que puedan transformar este crimen impensable necesitan ser fomentadas y llevadas adelante por movimientos sociales e instituciones que se rehúsan a permitir que personas sean asesinadas debido a su género y sexualidad.

En Brasil, una mujer es asesinada cada dos horas. La tortura y el asesinato reciente de Dandara dos Santos, en Fortaleza, fue un ejemplo explícito de la matanza generalizada de personas trans en Brasil, una matanza que le dió a Brasil la fama de ser el país más conocido por el asesinato de personas LGBT.

Son esos los males sociales inequívocos y atrocidades a los cuales me opongo, y mi libro —bien como el movimiento queer en el cual se inserta— busca promover un mundo sin sufrimiento y violencia de este tipo.

 

IDEOLOGÍA

 

La teoría de la performatividad de género busca entender la formación de género y subsidiar la idea de que la expresión de género es un derecho y una libertad fundamental. No es una “ideología”. En general, una ideología es entendida como un punto de vista que es tanto ilusorio cuanto dogmático, algo que “tomó cuenta” del pensamiento de las personas de una manera acrítica.

Mi punto de vista, sin embargo, es crítico, porque cuestiona el tipo de premisa que las personas adoptan como ciertas en su cotidiano, y las premisas que los servicios médicos y sociales adoptan en relación a lo que debe ser visto como una familia o considerado una vida patológica o anormal. ¿Cuántos de nosotros todavía creemos que el sexo biológico determina los papeles sociales que debemos desempeñar? ¿Cuántos de nosotros todavía sostenemos que los significados de masculino y femenino son determinados por las instituciones de la familia heterosexual y de la idea de nación que impone una noción conyugal del casamiento y de la familia?

Familias queers y travestis adoptan otras formas de convivencia íntima, afinidad y apoyo. Madres solteras tienen lazos de afinidad diferentes. Lo mismo se da con las familias mixtas, en las cuales las personas se casan nuevamente o se juntan con familias, creando amalgamas muy diferentes de aquellas vistas en estructuras familiares tradicionales.

Encontramos apoyo y afecto a través de muchas formas sociales, incluyendo la familia.  Pero la familia es también una formación histórica: su estructura y su significado cambian a lo largo del tiempo y del espacio. Si dejamos de afirmar eso, dejamos de afirmar la complejidad y la riqueza de la existencia humana.

 

IGLESIA

La idea de género como ideología fue introducida por Joseph Ratzinger en 1997, antes de transformarse en el papa Benedicto XVI. El trabajo académico de Richard Miskolci y Maximiliano Campana acompaña la recepción de este concepto en diversos documentos del Vaticano.

En 2010, el argentino Jorge Scala lanzó un libro titulado “La ideología de Género”, que fue traducido al portugués por una editorial católica [Katechesis]. Este puede haber sido un punto de inflexión para las recepciones de “género” en Brasil y América Latina. De acuerdo con la caricatura hecha por Scala, aquellos que trabajan con género niegan las diferencias naturales entre los sexos y piensan que la sexualidad debe ser libre de cualquier restricción. Aquellos que se desvían de la norma del casamiento heterosexual son considerados individuos que rechazan todas las normas. Visto por esta lente, la teoría de género no sólo niega las diferencias biológicas. También genera un peligro moral.

En el aeropuerto de Congonhas, en San Pablo, una de las mujeres que me confrontó comenzó a gritar cosas sobre pedofilia. ¿Por qué eso? Es posible que ella piense que hombres gays son pedófilos y que el movimiento en favor de los derechos LGBTQI no es nada más que una propaganda pro-pedofilia. Entonces me quedé pensando: ¿por qué un movimiento a favor de la dignidad y de los derechos sexuales y contra la violencia y la explotación sexual es acusado de defender pedofilia si, en los últimos años, es la Iglesia Católica quien viene siendo expuesta como abrigo de pedófilos, protegiendo los contra procesos y sanciones, al mismo tiempo en que no protege sus centenas de víctimas?

¿Será posible que la llamada ideología de género se haya transformado en un espectro simbólico de caos y predación sexual precisamente para desviar las atenciones de la explotación sexual y corrupción moral en el interior de la Iglesia Católica, una situación que avaló profundamente su autoridad moral?

¿Será que necesitamos comprender cómo funciona la “proyección” para comprender cómo una teoría de género puede ser transformada en “ideología diabólica”?

 

BRUJAS

 

Tal vez aquellos que quemaron una efígie mía como bruja y defensora de las trans no sabían que aquellas que eran llamadas brujas y quemadas vivas eran mujeres cuyas creencias no se encuadraban en los dogmas aceptados por la Iglesia Católica. A lo largo de la historia, se les atribuyeron a las brujas poderes que ellas jamás podrían, de hecho, tener; ellas se transformaron en chivos expiatorios cuya muerte debería, supuestamente, purificar la comunidad de la corrupción moral y sexual.

Se consideraba que esas mujeres habían cometido herejía, que adoraban al diablo y habían traído al mal a la comunidad de lugares como Salem (USA), en Banden-Banden (Alemania), en los Alpes Ocidentales (Austria) y en Inglaterra. Con mucha frecuencia ese “mal” era representado por el libertinaje.

El fantasma de esas mujeres como el demonio o sus representantes en contra, hoy, hace eco en la “diabólica” ideología de género. Y, aunque, la tortura y el asesinato de esas mujeres por siglos como brujas representaron un esfuerzo para reprimir voces disidentes, aquellas que cuestionaban ciertos dogmas de la religión.

Quien puso fin a este tipo de persecución, crueldad y asesinato, fueron personas sensatas dentro de la Iglesia Católica, que insistieron que la quema de brujas no presentaba los verdaderos valores cristianos. Al final, quemar brujas era una forma de femicidio ejecutado en nombre de una moralidad y ortodoxia.

A pesar de que yo no sea estudiosa del cristianismo, entiendo que una de sus grandes contribuciones haya sido la doctrina del amor y del aprecio por la preciosidad de la vida —muy lejos del veneno de la caza de las brujas—.

 

DEMOCRACIA

Aunque mi efigie haya sido quemada, y yo misma haya salido ilesa, quedé horrorizada por la acción. No tanto por interés propio, sino en solidaridad con las corajudas feministas y personas queer de Brasil que están batallando por mayor libertad e igualdad, que buscan defender y realizar una democracia en la cual los derechos sexuales sean afirmados y la violencia contra las minorías sexuales y de género sea abominada.

Aquel gesto simbólico de quemar mi imagen transmitió un mensaje aterrorizante y amenazador para quienes creen en la igualdad de las mujeres y en el derecho de mujeres, gays y lesbianas, personas trans y travestis, sean protegidos contra violencia y asesinato. Personas que creen en el derecho de los jóvenes a ejercer la libertad de encontrar su deseo y vivir en un mundo que se rehúsa a amenazar, criminalizar, patologizar o matar aquellos cuya identidad de género o forma de amar no hiere a nadie.

Esta es la visión del arzobispo Justin Welby, de Inglaterra, que destacó recientemente el derecho de los jóvenes a explorar su identidad de género, apoyando una actitud más abierta y acogedora en relación a papeles de género en la sociedad. Esta apertura ética es importante para una democracia que incluya la libertad de expresión de género como una de las libertades democráticas fundamentales, que visualice la igualdad de las mujeres como pieza esencial de un compromiso democrático con la igualdad y que considere la discriminación, el acoso y el asesinato como factores que debilitan cualquier política que tenga aspiraciones democráticas. Tal vez el foco en “género” no haya sido, en el final, un desvío de la pregunta de nuestro seminario: ¿cuáles son los fines de la democracia?

Cuando violencia y odio se tornan instrumentos de la política y de la moral religiosa, entonces la democracia es amenazada por aquellos que pretenden rasgar el tejido social, punir las diferencias y sabotear los vínculos sociales necesarios para sustentar nuestra convivencia aquí en la Tierra.

Yo voy a recordar de Brasil a todas las personas generosas, religiosas o no, que reaccionaron para bloquear los ataques y el odio. Son aquellas que parecen saber que el “fin” de la democracia es mantener encendida la esperanza por una vida común no violenta y el compromiso con la igualdad y la libertad, un sistema en el cual la intolerancia no se transforma en simple tolerancia, pero es superada por la afirmación corajuda de nuestras diferencias.

Entonces todos comenzaremos a vivir, a respirar y a movernos con más facilidad y alegría —es este el objetivo mayor de la corajuda lucha democrática que tengo orgullo de integrar: nos tornaremos libres, seremos tratados como iguales y viviremos juntos sin violencia—.

 

Texto original: Folha De S.Paulo

Fotos: FolhaPress

Traducción: Emergentes

Texto divulgado por la revista virtual  “Lectura de los viernes”.

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