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Elogios a las Piedras que somos hoy: exposición colectiva en el Validadero Artístico

A pesar de que Federico Daza es el artista que gestiona este espacio de encuentro localizado en una zona de riesgo en Bogotá, sus palabras dejan entrever su incomodidad con su papel de agente convocante. Sin lugar a dudas, dejan claro que su actividad no es una práctica curatorial. Por lo menos, no pretende serlo. Daza no juega a ser el editor de la escritura de los artistas que se hospedan en El Validadero. Sus reservas y malestar, me permiten inferir su sentir: el dispositivo curatorial como recurso administrativo y comercial, le resta relevancia a las propuestas de los artistas que hacen parte del ejercicio propuesto. Nada menos que pensar la relación del ser humano con las piedras, aquella deuda impagable que les debemos. Algunos de los cuerpos que hoy salen al encuentro en el Validadero no serían cuerpos sin la mediación de las piedras. Sin embargo, la mayoría que hoy nos reclaman ser cuerpos, en verdad no lo son: están atados a discursos e ideologías que les impiden ser actuales. Son solo piedras usadas como soporte de perfumes y prendas desechables, que no dicen nada que merezca ser conservado. La exposición actual en el Validadero nos susurra quedamente una blasfemia: en el comienzo nunca hizo presencia el logos (la idea). Aquel comienzo con el cual  acontecen los cuerpos,  es obra inacabada de la piedra. ¡Todo un manifiesto político!

 

Otro aspecto llama mi atención del diálogo fugaz que mantuve con Federico Daza, la noche de apertura. Este no es el momento más oportuno para escuchar y tramitar preguntas. Daza se coloca más acá de las consejas con que se trata de bloquear y reprimir la crítica artística, aquellas prácticas que se realizan al margen del comercio de estímulos artísticos. Creo que Daza sospecha algo terrible: los tráficos que sostienen el mercado del arte, favorecen, por un lado, la aparición de traficantes inéditos y oportunistas, y, por otro lado, facilitan el refuerzo de aquellos tráficos que impiden la insurgencia de propuestas imaginativas y emancipadoras dentro del arte colombiano. Esta época de tinieblas arropa las mercancías artísticas.[1] En opinión de Daza, la crítica independiente es una perspectiva relevante para comprender los ejercicios artísticos y la penuria imaginativa y sensible que afecta a las grandes ciudades como Bogotá. Quien aprecia y respeta la crítica artística, merece aprecio y respeto porque muestra aprecio y respeto por su propia actividad. Por supuesto, alguien así merece una crítica elaborada. Quien grita todo el tiempo y no respeta la crítica, no merece salir de su engaño.

Los artistas que responden a la voz del arte que los nombra, se reúnen en torno a una inquietud claramente materialista.[2] Toman distancia con respecto a ese imperio que se levanta con el Arte de Ideas, esa ideología con la cual se evapora cualquier asomo de libertad real para la imaginación mediante la cual los cuerpos se despliegan configurando mundos. Con sus propuestas, marcan un giro hacia los cuerpos reales, hacia esas materialidades que cruzan o atraviesan sus existencias, la mayoría de las veces, sin su consentimiento. No puede ser de otro modo. El sector en donde se localiza El Validadero, es una constelación de lugares en donde los cuerpos viven su día a día en constante peligro. Allí las Ideas no cuentan. No son comienzo de nada. Los cuerpos están expuestos a múltiples peligros. Los cuerpos expanden por doquier todo tipo de contagios. Allí peligra la vida del artista de Salón, de aquel ser que es todo Idea, que no existe porque fue despojado de ser, que teme los contagios del mundo material. No cabe duda: los cuerpos en acto hacen palidecer las Ideas de los artistas conceptuales. Llamo cuerpo en acto a aquella realidad que puede hace uso de una piedra, o de aquella realidad que hace las veces de tal.

Rafael Medina, en Villafranca del Bierzo, ella recogía piedras desde los seis años

Los artistas invocan la piedra mediante unas figuras que insurgen entre los intersticios de la relación naturaleza-ciencia. Figura es aquella realidad móvil que insurge en la relación que mantiene un cuerpo con otro cuerpo. La figura surge de este encuentro. El artista post-contemporáneo constata en sí la caída de la Idea como realidad real, su develamiento como ficción ideológica. Se desprende de la ideología de las formas y se comprende mediante las figuras insurgentes que su imaginación produce.

Nicolás Mendoza, Über Coca

La inquietud de los artistas convocados al Validadero se expresa mediante dos enunciados: la naturaleza de las piedras, la ciencia de las rocas… Los enunciados configuran mundos contrapuestos. Por un lado, la materialidad de las piedras. Por otro, las ideologizaciones de la ciencia.

Nicolás Mendoza, Über Coca

En las propuestas, los artistas meditan acerca de las herramientas que los cuerpos usan para perpetuar sus experiencias, para elaborarles una escritura y fijarlas en la memoria. Como es propio de un evento artístico, cada artista aborda el problema desde sus propios vacíos, a partir de sus mismas angustias y penurias. A diferencia del científico, el artista no tiene preguntas. Su trabajo se alimenta del vacío y la angustia de sus locuras. Los artistas más perspicaces en este Encuentro, exploran en profundidad sus manías (locuras del cuerpo), sus esperanzas (locuras de la imaginación) o sus frustraciones (locuras del entendimiento). En esta oportunidad, no me detengo a explorar quién es quién en esta propuesta, porque hacerlo implica un estudio detallado de cada Obra. Considero que los artistas de esta exposición no exponen Obras. Sería frustrante que un lugar de resistencia entrara a coquetear con esta lógica burguesa, según la cual los pensamientos se desactivan cosificándolos, para luego venderlos como Arte al mejor postor. Al contrario, ellos mismos se exponen como realidades inacabadas, como seres móviles, en permanente configuración.

Espacio independiente, es una denominación vaga para un espacio en que se tramitan necesidades afectivas, artísticas, políticas y sociales. Impide apreciar aquello que se siente en el Validadero, en cada uno de los recorridos que los visitantes realizan, en cada uno de los susurros que merodean atravesando cada uno de sus rincones, en cada uno de los silencios que las propuestas producen. La gestualidad que allí se despliega son actos de resistencia, son gritos silenciosos de independencia contenida o reprimida, son actitudes contundentes frente al lustre artificioso y ominoso del régimen de mármol que en las Ferias de Arte se traga la imaginación de los mejores artistas. Por tal razón, la crítica artística se desplaza de la Obra al movimiento que su presencia genera para inacabar la misma obra.

Germán Rodriguez, Transformación de la Luz

He aquí la importancia de las propuestas que los artistas llevan al Validadero: nos ayudan a comprender una actualidad que no es nuestra, que es construida en las academias, en las galerías, en los periódicos, en los museos, o en un programa de televisión. Esta actualidad mercantil crea no-acontecimientos, es decir, eventos sin potencial emancipador. La actualidad mercantil es proclive a disfrazarse permanentemente, se encuentra obsesionada con enmascarar la indigencia material que afecta a los muchos, usando todo tipo de afeites estéticos. Incluso, los del Arte. Quizá sería mejor decir, usando de manera preferencial los afeites del Arte, con beneplácito de algunos artistas. Tal vez, con la aprobación de muchos.

El Validadero Artístico se constituye en un lugar de resistencia. No es un espacio para mostrar Obras, así encontremos obras. Sus obras no son Obras porque están concebidas para no acabarse, son obras inacabadas, son procesos abiertos que requieren pensarse una y otra vez, que no satisfacen a los artistas. A pesar del cuidado con el cual se conciben e instalan las obras; a pesar del esmero técnico y formal que se pone en escena; el conjunto de la exposición evidencia la precariedad profunda que mantiene con vida al arte colombiano, precisamente, en el momento que el cuerpo del arte está en peligro. Sin libertad no hay arte. Sólo se puede pensar en libertad desde la precariedad. El lujo de las estolas y las pieles perfumadas que salen a escena en nuestras galerías y museos, ciega la inteligencia, tal y como se puede apreciar en algunas exposiciones recientes. Cabe esperar que El Validadero se consolide como un espacio de resistencia y que no caiga en las manos de algún hábil traficante de afectos y emociones.

Eli Donovan, Cement Garden

[1] Recientemente, el colectivo Traficantes elabora estos problemas en su proyecto escritural para Experimenta Sur.

[2] Marcelo Verastegui, Verónica Giraldo, Andrés Pongutá, Liliana Caycedo, Rafael Medina, Siu Vásquez, Giorgio Simone, Lina Montoya, Germán Rodríguez, Nicolás Mendoza, Nora Renaud, Federico Daza.

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