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Juan Pablo Echeverry: Around The World In 80 snob Gays

Para empezar con una crítica sobre la pieza titulada “Around The World In 80 Gays” del artista Juan Pablo Eceheverri, expuesta actualmente en la sala de exhibiciones de la ASAB,  quiero recordar rápidamente qué significa críticar. Criticar es un verbo que proviene del griego krinein, cuyo significado es discernir, analizar, separar. También se suele asociar este verbo al de criba, o sea, al acto de separar lo que es provechoso de lo que no, o lo que cumple con un criterio y en qué se aleja de éste. Crítica y criba provienen, finalmente, de la misma raíz griega citada anteriormente.

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Luego de esto paso a definir el criterio desde el cual hago una criba a la pieza mencionada. Yo me ubico en un lugar particular del arte. Este lugar —que comparto con algunos conocedores del arte y de expertos en el tema que han venido sacudiéndose del viejo paradigma del arte a la moderna, orientándose más hacia los estudios de la cultura visual— se aleja de las formas de producción de arte de la modernidad-colonialidad y se ubica en un campo en el que el arte ya no puede ser considerado como una profesión de elites artísticas o de profesionales en la rama. Es decir, en este lugar asumimos el arte como una facultad humana no meramente privativa de los profesionales en arte y mucho menos de quienes se encuentran en el interior de los sofisticados, moderno-coloniales, círculos del arte moderno.

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Me ubico, pues, en un lugar diferente del artista y su obra, aunque la pieza en cuestión tenga toda la potencia para abrir brechas hacia una nueva mirada del arte desde la producción del video en una perspectiva más revolucionaria que moderna. Pero, en principio, Juan Pablo Echeverri pertenece al grupo de los profesionales en artes y se ubica en los círculos del arte moderno, los cuales reducen el arte a un asunto de obras producidas para el solaz y la complacencia del gusto estético modernamente entendido.  Debo aclarar, también, lo siguiente: aquello que muchos llaman arte contemporáneo es, en realidad, arte moderno.

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Lo primero que quiero decir sobre la pieza en mención es que puede ser interpretada en el contexto local y nacional como una especie de espectáculo de alguien que le ha dado “la vuelta al mundo”, entendiendo por “mundo” unas cuantas ciudades y países en su mayoría epicéntricos. Claro, si de dar una vuelta a ese “mundo” se trata hay que hacer los videos en los lugares más centrales. Hay que hacerle un guiño al esnob colombiano que se “descresta”, se deja deslumbrar por un pasaporte lleno de sellos y, sobre todo, de visas. Hay que hacerle un guiño a la “loca viajada”, la que se ha abierto puertas en el extranjero y que, por ello, se convierte en una diva gay del arte local y nacional.

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Para muchos esto es lo que podría reflejar la pieza a nivel de contenido: un gay que hace videos de arte en los lugares europeos y quizás, americanos, donde ha estado, con una variación exotista de algunos parajes amazónicos.  Un gay que, como todo buen gay así identificado, con bandera de arco iris, refuerza los valores hegemónicos y la vocación sumisa a considerar mejor todo lo que se haga afuera o todo lo que represente viajes a las grandes ciudades del “mundo” civilizado.

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Sin embargo, como he dicho, esas son posibles interpretaciones de la pieza. Por el contrario, noto en ella más bien una crítica juguetona, no muy clara, camuflada, simulada, no directa, a esa actitud subordinada propia de aquellos que, naciendo en las colonias, sueñan la metrópoli. Es un crítica que retuerce, mariquea, esa actitud propia de quien suele tomarse fotos en los más icónicos parajes universales para decir: “mira mami estoy triunfando, ya no soy salvaje”.

El tono burlón de la pieza, la ironía constante en el conjunto de videos — una de ellos realizado en la Amazonía, con animales salvajes de juguete y serpientes de plástico— es lo que destaco como elemento que retuerce el esnobismo colombiano, tan a flor de piel en ciertos círculos, particularmente los artísticos. Si hay un toque queer en la pieza, como algunos dicen que lo hay, es esa mirada maricona que se mofa de la seriedad con la que algunos se toman el asunto de los viajes: mejores aerolíneas, primera clase, hoteles cinco estrellas, finos restaurantes y así sucesivamente; todo un largo protocolo que incluye suvenires, espectáculos (como ir a Milán y asistir a La Scala a una recital de Cecilia Bartoli) y hasta dieta gourmet con los chefs más reconocidos por la élite de la sociedad de consumo y sus programas televisivos. Pero creo que le falta algo para que la pieza llegue a tal.

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Quien tiene un ojo agudo advierte que el artista no ha visitado estos lugares en tal plan. Por el contrario, percibo que hay algo de mochilero en este tour mundial. Eso le da una especial gracia a la obra, pues, la ubica en un contexto más periférico y por lo tanto más crítico con las ideologías que nos imponen gustos foráneos y esa idealización por lo extranjero y la metrópoli colonialista. Hacer coaching surfing es muy distinto a hospedarse en el Savoy de Londres o el Four Seasons Hotel George V de París, lo cual significa estar por fuera del círculo de las élites más adineradas o de las esnobistas pretensiones de los pocos colombianos que pueden darse tal lujo. Destaco el hecho de aprovechar esa manera de movilidad internacional —el backpaker— para hacer videos y generar arte. Eso le da un matiz provocador, retador de lo establecido y, por lo tanto, político.

Pero, como se trata de criba y no de aplauso, lo que desde mi percepción no encuentro muy claro es justamente eso, la fuerza transgresiva de lo incorrectamente político. Echo de menos una imagen más directa, menos dual, menos confusa como crítica al esnobismo colombiano. El artista puede estar siendo ambiguo por razones relacionadas con la aceptación general, al no poner firmemente el dedo en la llaga y decir abiertamente lo que dice de manera camuflada. Si bien las artes son la mímesis por antonomasia, no es este el caso y el sentido de mímesis que necesitamos. Creo que la pieza carece de esa contundencia política de otras obras en las que esta posibilidad del arte queda más claramente demarcada.

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Ese hecho, la poca fuerza política, es lo que no permitiría llamar, en sentido estricto, queer a la pieza de Juan Pablo Echeverri. Una pieza que carece de la fuerza poética del arte en sentido convencional, es decir, una serie de videos que no tienen mucho de original en sentido creativo, propositivo, poiético; una pieza que es una deriva del arte pop de periferia y del juego de imágenes propio de la sociedad de la informática y la era digital; una pieza que, a todas luces, no está preocupada por la perfectibilidad de la técnica, tendría que tener su poder estético en la transgresión política, ya que es por ese lado hacia dónde se puede encaminar por el tono burlón e irónico contra el esnobismo que la atraviesa.

La pieza “Around The World In 80 Gays” a nivel estético cansa, más aún, por un cierto tono egótico del artista protagonizando todos los videos. Claro está que nadie puede descalificar su valor estético sustentado en tales argumentos. Hacerlo así sería más bien envidia. Muchos artistas son célebres no tanto por la maestría de sus piezas, sino por el despliegue de otras potencias en la misma obra. En cuanto a lo egótico muchos artistas son famosos por sus autorretratos o sus biografías en relación con su arte. Lo que si puedo sostener, entonces, es que si bien la pieza es llamativa destacando su irreverencia política —debido a la mofa gay a lo establecido en la relación metrópoli-colonia— no es directa o contundente en este sentido.

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En resumidas cuentas lo que pudo explotar el artista como potencia de su pieza es la crítica política. Sin embargo, no llega a tal, le hace falta fuerza, choque, un tono más disruptivo. En cuanto a la estética es un pop monótono y reiterativo. En cuanto a la técnica es más bien básica. Y, finalmente, en cuanto a lo creativo es completamente plana. Pero, hay que verla, hay que enjuiciarla desde varias perspectivas. A mí, por lo demás, me pareció divertida. Para nada queer. Por el contrario: muy gay, obstinadamente gay, hasta en el manejo de la ironía. No en vano Juan Pablo la ha titulado “Around The World In 80 GAYS”.

 

Bogotá, abril de 2016

 

Fotografias: cortesia Sala de Exposiciones ASAB, Catalina Contreras y Santiago Gómez.

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