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Angelus novus contemporáneo ¿Todo está consumado?

INTERPELACIONES CREATIVAS

La captura de las reliquias de la parroquia de Santa Bárbara, su enclaustramiento en el Museo de Arte Religioso de Bogotá, ¿contribuye al deterioro arquitectónico, ético, estético y social que viene padeciendo la parroquia Santa Bárbara? El despojo del cual fue víctima directa esta comunidad de fieles y devotos recientemente, ¿anticipó el deterioro económico y ambiental que padece este sector tradicional de Bogotá? Repatriar el ajuar litúrgico de la Santa, ¿reactivaría el interés cultural del Estado por aquello que queda en pie de  este antiguo sector? ¿Quién se lucra actualmente de este botín de guerra contra el patrimonio de la ciudad y en detrimento de lo que queda de la parroquia? Un apoyo moral y material de la ciudadanía bogotana a sus habitantes, ¿animaría a los vecinos de la parroquia Santa Bárbara a exigir la repatriación de su patrimonio expoliado?

EL DETERIORO  ÉTICO  Y ARQUITECTÓNICO DE UNA SANTA

Una pintura de Baltasar de Vargas Figueroa y una escultura de Pedro Laboria fueron exhibidas en el Museo de Arte del Banco de la República durante los meses de mayo y junio de 2010. En sus lienzos, los dos artistas  ilustran el martirio de Santa Bárbara para reiterar la fe que profesan  los habitantes bogotanos en la Divina Providencia, desde el siglo XVII en adelante. Durante varios siglos, el culto a Santa Bárbara en la parroquia epónima de Bogotá, dio prestancia económica y social al barrio que aún lleva su nombre. Envueltas en la potencia del  mito y en la esperanza que manifestaba  su Cofradía en un mundo más justo, las prácticas religiosas y sociales instauradas por la Santa lograron mantenerse vigentes y boyantes hasta el 9 de abril de 1948.

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Poco queda hoy de esta antigua espiritualidad, de su motivación y  de las riquezas artísticas que albergó la iglesia de Santa Bárbara en el pasado, la mayoría  saqueadas por las instituciones culturales, otras robadas por la delincuencia común. De estos “retratos” de época, algunas obras fueron pensadas por el imaginario de los Figueroa y de su émulo Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, el denominado Rafael santafereño. Guillermo Hernández de Alba afirma que en la sacristía se guardaba “la joya pictórica” de la iglesia, una pintura de Santa Brígida atribuida por este historiador a El Greco. Hoy  sólo restan nichos vacíos en las tres naves  o, en el peor de los casos, ocupados por fantasmas y réplicas artesanales bastante toscas. Para los artistas plásticos, el lugar tiene importancia, o debería tenerlo, porque cerca del Altar Mayor  yace inhumado Gaspar de Figueroa y porque en una de las capillas de la iglesia se encontraba el mítico San Roque. Esta es una pintura que fue retocada por Vásquez de Arce y Ceballos guando era aprendiz, una acción virtuosa que despertó celos en el maestro y por la cual este pintor fue oprobiado y separado del taller de los Figueroa. En medio de la desesperación silenciosa en la cual pace el mundo contemporáneo, en medio de la soledad en que se encuentran muchos de los habitantes de esta parroquia, no pocos anhelan que el actual  presidente de Colombia consagre nuestro  país a San Roque, patrono de las pestes. Muchos de los antiguos residentes del sector piensan que no estamos mejor que los súbditos neogranadinos en los siglos XVII y XVIII, azotados por todo tipo de pestes y calamidades.

El entorno arquitectónico que circunda la iglesia no ha corrido con mejor suerte. Cuentan los vecinos que durante los disturbios del Nueve de Abril, un tanque del ejército impactó la torre de la iglesia para desalojar a los liberales que allí se parapetaban. Aunque la torre posteriormente derribada había sido agregada durante las celebraciones del primer Bicentenario de nuestra independencia,  su derrumbe después del Nueve de Abril  significó una pérdida para la feligresía de la ciudad. A partir del  siniestro político mencionado, muchas familias abandonaron sus casas y el barrio comenzó a perder su antiguo lustre como consecuencia de la invasión de estos predios por parte de los arrumes de desheredados que aún asedian la igualdad y la libertad de las familias nobles bogotanas. Los ciudadanos y ciudadanas que  aún habitan este sector de la localidad de La Candelaria, sólo esperan el día en que se les notificará el  desalojo definitivo para dar paso al Progreso del Capital.

LA ESTETIZACIÓN OFICIAL DEL PATRIMONIO ÉTICO

Las dos obras que pudimos apreciar en la exposición Habeas Corpus: que tengas [un] cuerpo [para exponer], hicieron parte  del conjunto artístico que mantuvo vigente las convicciones religiosas de la ciudad, antes de que fueran  estetizadas por el Museo de Arte Religioso del Banco de la República y posteriormente “recogidas” generosamente por la Arquidiócesis de Bogotá en el Palacio Arzobispal. Hoy  hacen parte de la colección de arte religioso de los príncipes de la iglesia. En 1992 y después de haber pasado por una restauración esmerada,  los bogotanos tuvieron la oportunidad de apreciar el conjunto sacro por última vez en la exposición Santa Bárbara: conjuro de las tormentas. A este respecto, el  portal de internet de la biblioteca Luis Ángel Arango proporciona a sus usuarios la siguiente información:

“Las obras fueron sacadas de la Iglesia para restauración y llevadas al Museo de Arte Religioso para su efecto. El Museo de Arte Religioso presentó los originales restaurados en la exposición Santa Bárbara Conjuro de las Tormentas en septiembre de 1992 y luego fueron entregadas a Monseñor Huertas de la Arquidiócesis de Bogotá”.

El sistema de información de la Biblioteca Luis Ángel Arango registra 71 diapositivas de esta exposición. No obstante, aparecen registradas en el sistema pero las diapositivas no están físicamente. Nadie sabe de ellas, pese a la diligencia y buena disposición de los funcionarios a quienes me dirigí para su localización. Hoy, tres meses después de haberles hecho notar esta pérdida de patrimonio a los responsables de este material en la Biblioteca, aún no saben qué pudo haber pasado para que este lote de diapositivas desapareciera sin dejar rastro. No han mostrado mayor interés en localizarlas o en tramitar una solicitud a la Arquidiócesis para volver a tomar las fotografías del patrimonio de los bogotanos, el cual aún es anunciado por la biblioteca a sus usuarios e investigadores. ¿Una mano invisible quiere borrar cualquier huella de este conjunto sacro, conformado principalmente por pinturas de gran valor histórico y artístico? Una vez estetizada una forma de vida, pierde interés para los habitantes que las gestaron. El lema de nuestra época es: estetiza y vencerás. Los habitantes del barrio Santa Bárbara no muestran hoy mayor interés por recuperar su patrimonio.

Piensa mal y acertarás, sentencia la sabiduría popular. Los ciudadanos del común podemos pensar que en algún momento del proceso de restauración, la mano invisible del Capital  encontró la estrategia adecuada  para deteriorar este sector y gentrificarlo: despojar a una comunidad de su patrimonio vivo para facilitar la entrada campante de El Capital urbanístico. Lo inutilizó invisibilizándolo, lo estetizó reduciéndolo a imagen de almanaque o de estampa, con el pretexto perverso de conservarlo para el goce de los estetas y los coleccionistas privados. Nadie notó el expolio. En nuestro contexto, nada más natural que el abuso de poder. Ante el abuso nadie ve nada, nadie quiere saber nada.

Con el propósito de ser restaurado, el conjunto de obras religiosas conformado por las 69 obras catalogadas en la exposición mencionada, salió del hábitat que le proporcionaba su sentido. Posteriormente fue  restaurado y  presentado en una Sala de Estetizaciones como trofeo de guerra de los Señores del Progreso, líderes ansiosos por limpiar los crímenes de sus guerras urbanísticas con proyectos de esta naturaleza, tal y como plantea Carlos Salazar insistentemente en Esfera Pública, foro virtual de arte contemporáneo en Colombia. Las obras nunca más regresaron a su lugar de origen. Alguien decidió desnaturalizar  el ajuar litúrgico de la Santa, negarle para siempre el lugar al cual pertenece. Sin embargo, este “para siempre” se puede relativizar si la comunidad de Santa Bárbara decide exigir la repatriación de su patrimonio y pide apoyo a sus artistas y a toda la ciudad en general.

El Capital que ve y lo prevé todo, no da puntada sin dedal. Sigo hilando con mis sospechas intempestivas. El propósito de la acción no era valerse de dineros fiscales para recuperar el sentido de humanidad encarnado en el patrimonio de una comunidad creyente. Se trató de lo contrario: expropiarlo para lucrarse estética y económicamente, y  despojar a la comunidad  del barrio  Santa Bárbara de todo aquello que le daba sentido a su coexistencia. Las imágenes que habitaron el templo y configuraron el sentido de comunidad,  fueron arrancadas de su contexto cuando fueron separadas de sus fieles. A su vez, éstos fueron despojados de los vínculos que le proporcionaban sentido a  sus vidas, que los justificaba para  vivir juntos. Unas y otros fueron separados por el culto moderno a lo bello desencarnado, a las formas abstractas que explícitamente han renunciado a reivindicar cualquier sentido político, ético o social de una comunidad.

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Del  antiguo barrio Santa Bárbara sólo quedan en pie unas pocas cuadras al norte del barrio Las Cruces, quizá no sea ocioso recordar que este fue el lugar de nacimiento de Jorge Eliecer Gaitán. La mayoría de ellas ha sucumbido ante la potencia irresistible del Angelus Novus, mito artificial anunciado por las vanguardias artísticas de los años veinte y treinta del siglo XX, y realizado  plenamente en las prácticas éticas, estéticas, sociales y políticas del siglo XXI, en orden lexicográfico. Este  íncubo es la encarnación de la divinidad del Capital, del ser que ha colonizado el inconsciente de nuestra época, aquella en la cual las mujeres y los hombres tuvimos que inmolar todos nuestros compromisos humanos para satisfacer la voracidad y la codicia  del nuevo soberano.

PRÁCTICA PERFORMÁTICA CON LA CIUDADANÍA DE SANTA BÁRBARA

Para tomar distancia del semanticismo posestructuralista, algunos teóricos contemporáneos hablan de un giro geográfico en las artes. Este discurso ha sido denominado geoestética. Resalta la vitalidad que emerge al caminar los lugares recorridos por hombres y mujeres que sueñan o han soñado con el ejercicio permanente y pleno de libertades espirituales y civiles. Recorrer los caminos que preparamos para que los dioses puedan transitar sin dificultad por nuestros valles agrestes, es la disposición de la sensibilidad  a dejar huella en los territorios en los cuales decidimos habitar. Habitar consiste en construir la huella que cobijará a los/las que habrán de venir. Una y otra acción son simultáneas y se requieren una a la otra.

No  dudamos respecto a que detrás de todo grafo existe un hombre o una mujer que optaron por recorrer  los caminos que otros abrieron, sólo  con un solo propósito: ampliar las libertades para que sus hijos las amplíen a su vez a otros y otras. Allí donde existe algo que comprender hubo un hombre o una mujer que dejaron huella que debemos procurar cuidar.  Al recorrer las grafías –huellas y señales– que dejaron impresas  las adelantadas en todas las épocas que nos precedieron, encontramos los caminos por los cuales otros hombres y mujeres en el pasado intentaron fugarse de los oprobios del momento. Toda época tiene su propio oprobio. El nuestro es la ideología del Progreso para el Capital Ecuménico.

Parece entonces que comprender lo contemporáneo en las artes, significa recorrer las grafías que se resisten a los dictados del nuevo ser empoderado. Dos o tres cuadras del antiguo barrio Santa Bárbara resisten aún la fiereza del huracán que nos llega de este nuevo paraíso de metal verde: el Plan Centro ideado por el Angelus Novus para Bogotá: apilar ruinas sobre ruinas ante los ojos y bocas desmesuradamente abiertos de los habitantes de Santa Bárbara: ciudadanos y ciudadanas que intentan recoger lo que resta de vitalidad en este antiguo sector colonial. Por supuesto, infructuosamente. El progreso no cree en  rogativas a San Isidro para pedirle que haga llover humanidad en el desierto de entendimiento contemporáneo. Sólo cree en las lágrimas  de cocodrilo de la Banca cuando se declara en quiebra. Esta ideología despliega una lógica economicista tan contundente que aplasta cualquier contexto o particularidad específica, cualquier intento de erigir una ciudad para los seres humanos.

En dos oportunidades, hasta ahora, un grupo de jóvenes entusiastas que desean comprender los giros estéticos en las artes de la Contemporaneidad, se han desplazado hasta este antiguo sector capitalino para aprender de viva voz una lengua mítica en vías de extinción. Encontraron que  la parroquia de Santa Bárbara ha perdido para siempre sus imágenes de culto o han pasado a ser propiedad privada de algún príncipe, alguno de aquellos que creen que lo humano es hojarasca que no vale la pena recoger. También tuvieron la oportunidad de comprender los actos de resistencia activa de sus fieles devotas, todas ellas contrarias a la ideología del progreso para las máquinas. (Son las mujeres las mejor dispuestas  a rememorar el pasado del sector).

Al igual que en la alegoría de Walter Benjamin, estos artistas jóvenes tampoco podrán contribuir a recoger los despojos  que están siendo apilados en el barrio Santa Bárbara, pero con el pensamiento  intentaron inhumarlos artísticamente, con el respeto hacia nuestra condición de humanos, el cual nos  ha sido exigido por Antígona desde la Antigüedad. Mediante esta experiencia de vida, los jóvenes desconfiguraron el conocimiento divulgado por los especialistas en las academias, y reconfiguraron su manera de pensar mediante la incorporación de los saberes insólitos que salieron a su encuentro para ofrecerles diálogo. También estos saberes tienen necesidad de reconfigurarse, ésta es la razón de su llamado a la juventud de la ciudad. La acción realizada en la parroquia de Santa Bárbara  fue una apropiación reciproca o transpropiación, condición sine qua non de cualquier diálogo.

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Los jóvenes entusiastas del arte  realizaron una intervención el día 9 de junio de 2010 a partir de las 6:30 de la noche en este sector bogotano, y nuevamente durante el día 12 de septiembre de 2010. Este último día el Colectivo Maski, Ricardo Muñoz, Ana María Villate, Wilmer Osuna y un grupo importante de estudiantes de las Facultad de Artes-ASAB, atendieron este llamado de la memoria.   No buscaron recoger al otro embalado en  las pedanterías teóricas contemporáneas, las cuales de manera servil recogen para lucro personal el aura del arte tirada al barro por los artistas de las primeras vanguardias del siglo XX. Mostraron la menesterosidad simbólica que padecen los artistas contemporáneos cuando deben hacer frente a lo real que asedia el marco de sus lienzos, cuando se encuentran frente  a  un pueblo humillado y ofendido pero por ello mismo fértil en experiencia de mundo, en relatos e historias, así el régimen contemporáneo economicista insista en silenciarlas o fragmentarlas, o enterrarlas por medio de las retroexcavadoras del progreso. De viva voz intentaron aprender algo para desbloquear los condicionamientos  del Angelus Novus Contemporáneo que nos impide pensar nuestra contemporaneidad con generosidad. Estas fueron  las razones que consideramos para denominar a esta acción Transpropiación.

 

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CONCLUSIÓN

Con esta intervención artística dialogada con los habitantes del barrio Santa Bárbara, comenzamos a despejar las dudas de quienes consideran este lugar como un riesgo para el patrimonio bogotano. Esta excusa ha sido utilizada para seguir deteriorando lo poco que queda del patrimonio moral encarnado en los habitantes del lugar y para negar el derecho que tiene  la comunidad a recuperar sus ancestrales imágenes de culto. Ojalá vengan más Encuentros. Ojalá más jóvenes y artistas se unan a esta causa ¿Es una quijotada exigir a las autoridades religiosas y estatales  que el legado de Santa Bárbara  sea desestetizado? ¿A quién pertenece el legado espiritual que albergan las iglesias antiguas de Bogotá en las cuales el Estado colombiano invierte ingentes sumas de dinero para su conservación?

Recientemente el Cardenal de Bogotá entregó la expoliada y empobrecida Santa Bárbara al Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec), el cual no tenía una parroquia territorial. El capellán general del Instituto administra actualmente esta parroquia.  La Señora de las Tormentas funge ahora como Patrona de los Reclusos del Capital. Nadie habla hoy en público de demoler la iglesia, pero es tal el olvido y deterioro que le ha sido infringido al sector que las sospechas no tardan en aparecer: en privado algún ingeniero institucional debe estar tramando su destrucción, junto con las viviendas circundantes.  Si el desvarío modernizante logró derribar el convento y la iglesia de Santo Domingo, en la carrera séptima con calle 12,  qué no podrán hacer hoy los ingenieros de planeación con esta edificación tan humilde.

Las dos intervenciones en el barrio Santa Bárbara fueron posibles por el apoyo recibido por parte de las directivas de la Universidad Francisco José de Caldas, quienes con entusiasmo acogieron y estimularon esas Interpelaciones Creativas.

BIBLIOGRAFÍA

Corradine Angulo, Alberto. (2002) Apuntes sobre Bogotá, Historia y Arquitectura. Bogotá: editorial Guadalupe.
Heidegger, Martin. (1990) Identidad y diferencia. Barcelona: editorial Anthropos.
Hernández de Alba, Guillermo. (1948) Guía de Bogotá. Bogotá: Librería Voluntad.
Santa Bárbara, Conjuro de las Tormentas. (1992) Bogotá: Banco de la República.

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