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Magister dixit : economía creativa

En el periódico económico La República, Felipe Buitrago defiende el recientemente creado Ministerio de Economía Creativa. Para comenzar, el ministro cita a Ionesco como homenaje postumo a las artes y como remembranza aséptica del antiguo Ministerio de Cultura. La cultura tal y como la conocíamos era una enfermedad económica, no producía réditos, era una carga para el Estado neoliberal. Buitrago declara que la cultura no es cualquier actividad contagiosa, sino el motor económico del modelo de blanqueamiento mercantil que propone. Este encumbramiento nocivo no es gratuito. Buitrago hace responsable a la cultura de la recuperación económica del país. No obstante, más allá del sarpazo economicista, lo relevante de la iniciativa ministerial consiste en la presión que se ejerce sobre el sistema dual artes-cultura que opera silenciosamente en Colombia. En efecto,  obliga a una parte del sector, a todas y todos los intelectuales, a volver al taller de dibujo a repensarse. Giros avasalladores como el propuesto obligan a evaluar nuestros espacios, hábitos, prácticas y discursos. La tesis que está sobre la mesa de las artes de la cultura es la siguiente:

“Es fundamental entender que las industrias culturales y creativas promueven el desarrollo sostenible e incluyente, generan nuevas oportunidades de crecimiento social y económico para los artistas y hacedores culturales en los territorios, y ayudan a conservar y promover el patrimonio y la diversidad cultural.”

Industria, inclusión y sostenibilidad son las palabras claves del discurso que encarna en el Ministerio de Economía Creativa. Territorio, artista, patrimonio y diversidad son adornos. Prueba de ello es que el Ministerio de Cultura a la fecha no ha adoptado la política pública que proteje de abusos a las comunidades LGBTI. Es oportuno preguntar aquí: ¿qué es una industria? Una industria es una máquina que produce objetos unos después de otros, como  los artistas minimalistas decían con sorna y cinismo. Produce a gran escala lo que las artes antes realizaban en sus talleres.  Principalmente, consiste en una  fábrica que se rige por la ley de la oferta y la demanda. A semejanza del sujeto moderno, produce un sujeto de consumo universal regido por un sistema de valores excluyente, pues, dentro de la economía creativa el dinero es la medida de todos los productos culturales. La libertad de pensamiento ya no cuenta, queda hipotecada por los bancos. La economía creativa promueve negocios entre quienes tienen excedentes de capital y se les otorga el privilegio de expoliar sensibilidades y rentabilizar bienes comunes en detrimento de quienes los sostienen. 

La economía creativa no beneficia a los artistas que forman ciudadanías libres. Es una oportunidad de negocios para los empresarios de espectáculos, a los cuales no pueden asistir quienes sobreviven con el día a día. Sí, el negocio es una oportunidad legitima para producir riqueza, pero la cultura es el fruto de ocios que no pueden ser rentabilizados. La cultura es un derecho ciudadano no cuantificable. No es objeto de negocio, no promueve la exclusión de quienes no pueden sufragar los costos del espectáculo global de la mercancía cultural.

La economía creativa cosifica, impide el cuestionamiento del régimen de valores que la rige. Promuve la sumisión. No emancipa, no fomenta la pregunta que reconfigura todo lo sabido. No amplia horizontes. Al contrario, refuerza lenguajes excluyentes. 

A diferencia de lo que informa Felipe Buitrago, la economía creativa cierra, excluye, jerarquiza y reduce la diversidad cultural de Colombia, pues, la ley de oferta y demanda no cree en las lágrimas de la diversidad.Cultura es solo aquello que se puede consumir y rentabilizar. La economía creativa amplía la brecha entre quienes hoy tienen un acceso privilegiado a la cultura y entre aquellos que solo pueden trabajar, trabajar y trabajar como obreros de la cultura para el goce de los estetas neoliberales. Según informa el ministro, a este respecto Colombia es un país muy aplicado, nos imaginamos que cuando se trata de usar la poesía de los grandes poetas como epitafio  de la cultura y como mercancía del nuevo orden económico, estético y social, sin artistas. 

Los ejes de la economía creativa llamada ReactivARTE son:

1)        “Acceso efectivo a la financiación”. Efectivo quiere decir, dinero contante y sonante con todos los condicionamientos de la Banca multinacional y expoliadora de recursos vitales. Quiere decir, además,  que el y l artista deben seguir el patrón que establece la ley de oferta y demanda. Solo se financia aquello que pueda ser pagado, consumido y excretado.

 2) “Consolidación del paquete más ambicioso de incentivos a las inversiones y donaciones a proyectos culturales y creativos.” Además de que la inteligencia y libertades artísticas también quedan regidas por la implacable ley de oferta-demanda, se constituye a Co-Crea como el Nosferatu empresarial que pone en relación la libertad de los artistas con la pulsión capitalista que anima a los empresarios neoliberales.

3) “Fortalecimiento institucional y articulación intersectorial a nivel nacional y territorial.” El ministro habla a las élites comerciales (tiburones) que pueden captar artistas (pecesitos). 

¡Bienvenides a la Cuarta Revolución Industrial! Economía creativa, lo dijo el ministro. Magister dixit.

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